Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar Ruiz Costa

Una ibicenca fuera de Ibiza

Pilar Ruiz Costa

‘Pretty woman’

Quién no conoce ‘Pretty Woman’? La bonita comedia romántica capaz de edulcorar como ninguna la prostitución aunando dos ingredientes de probado éxito comercial: el sueño americano —que aquí denominamos meritocracia—: «da igual lo pobre que seas; si te esfuerzas, puedes alcanzar la riqueza y el éxito» y el cliché de que «el amor todo lo puede».

Cómo no soñar con ser él, con ser ella, cuando cruza Hollywood Boulevard cabalgando una limusina blanca al son de La Traviatta y trepa por la escalera de incendios con un ramo de rosas rojas mientras ella se suelta el pelo:

«—Y dime, ¿qué ocurrió cuando él subió a la torre y la rescató?

—Que ella le rescató a él».

Fuera de las pantallas este 2 de junio se celebraba el Día Internacional de la Trabajadora Sexual chocando frontalmente con el Día Internacional por el Fin de la Violencia Contra las Trabajadoras Sexuales que tiene lugar el 17 de diciembre. Pero quizá la violencia primera sea la propia denominación de ‘trabajadora sexual’. Un trabajo deja de serlo cuando no se ejerce por propia voluntad y con libertad de decisión. Cuando un trabajador es en realidad un esclavo.

Las cifras más benévolas estiman que unas 100.000 mujeres ejercen la prostitución en nuestro país. De ellas 8 de cada 10, 80.000, son víctimas de trata. La ONU elevaba estas cifras a 350.000. También según la ONU un 39% de los españoles reconocería haber comprado servicios sexuales. Otro informe del CIS bajaría ligeramente esta cifra a 32,1%. 3 de cada 10 hombres siguen siendo demasiados. Pero es que otro informe más reciente, de 2020, realizado por Injuve, recoge que un 10,6% de los jóvenes de entre 15 y 29 años declaraba haber consumido, ya, prostitución.

Si al menos un 80% de estas mujeres son víctimas de trata y por lo tanto, esclavas, tal vez estos informes deberían dejar de hablar de ‘consumidores’ y referirse a ellos como esclavistas.

Porque esta no es «la profesión más antigua del mundo», sino la violencia machista más antigua, extendida y arraigada. En clubs, pisos y aceras; queriendo o no mirar, pero a la vista de todos. Como hemos visto el debate de si legalizar, regular, abolir o mirar para otro lado que divide a la sociedad, la política y el mismísimo feminismo. Una razón de peso por la que quizá ningún gobierno se ha atrevido a romper este limbo que atenta contra los derechos humanos la encontramos tras otra cifra: el 0,35% del PIB que la prostitución aportaría a las arcas públicas y que por normativa europea se incluye en los cálculos de la economía española. En 2021, 4.210 millones. Deberíamos tener el país lleno de putas ricas. Pero no. Es otra evidencia más de que este ‘negocio’ en el que cada putero es un colaborador necesario, no es el de la prostitución —practicada voluntariamente—, sino el del proxenetismo —el lucro de la explotación sexual de otras personas—.

La próxima semana el Congreso de los Diputados debatirá la proposición de ley del PSOE que propone la reforma del Código Penal para abolir y perseguir cada engranaje de esta cadena del proxenetismo con penas de prisión de dos a cuatro años a quien «con ánimo de lucro, promueva, favorezca o facilite la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma». La pena se elevará de tres a seis años cuando se encuentre «violencia, intimidación o engaño». El Partido Popular ha anunciado que votará a favor de esta abolición; ERC, Bildu, Junts, En Comú Podem o la CUP son partidarios de regular para «dotar de derechos a las prostitutas». Podemos continúa debatiendo internamente si abolir o regular y Vox ha manifestado que «intentar prohibir la prostitución es como intentar prohibir el hambre» y califica la proposición del PSOE como «otra mentira para no hablar de lo que de verdad preocupa a los españoles».

Quizá algún día toque tener el debate de que mujeres, libres, reclamen regular la actividad de vender su cuerpo, pero hoy por hoy, las cifras indican que lo urgente es trabajar por una legislación que abandona desde hace demasiado tiempo a miles de mujeres: sus cuerpos, su salud y su vida. Permítanme poner un ejemplo: de nuevo, ‘Pretty woman’. El éxito comercial no habría sido posible sin todos los filtros rosas por los que Touchstone — la productora filial de Disney — pasó el guion original que el autor, J.F. Lawton, escribiera basándose en su experiencia con las prostitutas que conoció cuando vivía en un barrio marginal de Hollywood y que tituló originalmente ‘3.000 $’. Ese era el dinero que él le arrojaba como pago por los servicios cuando la echó a gritos fuera del coche. Tiempo después alguien la descubriría, muerta de sobredosis.

Y esto podría exponer el debate de la abolición: si esta historia nos parece menos bonita, pero más probable, o si preferimos seguir creyendo la voz en off que nos vende la película:

«¡Bienvenido a Hollywood! ¿Cuál es tu sueño? ¡Esto es Hollywood, la tierra de los sueños! Algunos sueños se vuelven realidad; otros no, pero sigue soñando».

@otropostdata

Compartir el artículo

stats