Diario de Ibiza

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César Navarro

Y estamos en mayo...

Nada es lo que era. Ni siquiera el mes de mayo, algo tan previsible y anodino. En mayo hemos sufrido el calor de julio y los sucesos de los momentos álgidos de la temporada. Todo se adelanta este año de pospandemia. Todo se acelera. Si no llega a ser por el hijo de Putin ruso estaríamos hablando de un mes de mayo histórico, con los turistas desbordándose por las comisuras de estas pequeñas islas y con las carreteras y la costa repletas de vehículos tripulados por inexpertos y voraces consumidores de experiencias, que es como ahora se define a los turistas. Todo cambia. El problema es que no lo hace a mejor. El calor se traslada a las carreteras, donde los taxistas libran una cruenta batalla por los clientes, como si no hubiera suficientes (algunos insisten en que no faltan taxis; angelitos...). Y al mundo okupa, que en Ibiza está viviendo una época dorada. «He tenido que echar a dos que querían entrar en un piso de mi suegra», me explicaba un amigo que, una noche antes, había sido testigo, cómodamente sentado en una terraza del centro de Vila, del violento intento de robo de un reloj de lujo a una turista por parte de dos jóvenes. Lástima no haber podido grabar estos incidentes. Podría venderlos para un spot promocional de ‘Ibiza, destino de lujo’.

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