Diario de Ibiza

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Isabel Olmos

Semillas de realidad a 15 céntimos

Si ustedes no han visto la película ‘Alcarràs’ de Carla Simón deberían dejar inmediatamente lo que tengan entre las manos y salir corriendo hacia el cine que tengan más cerca. A ser posible, ya de paso, les sugiero que tras posponerlo todo y buscar en la cartelera los posibles lugares de pase en su pueblo o ciudad, elijan ver la película en catalán, porque unos escucharán otro idioma y otros, una variante diferente, y escuchar otra lengua y otra manera de hablarla siempre abre la mente y nunca sienta mal. Porque no somos los únicos ni lo nuestro es lo único que vale.

Pero, además, ‘Alcarràs‘ habla un tercer idioma: el idioma de la tierra. Literalmente. De cualquier tierra, en cualquier lugar. El idioma de levantarse todavía de noche y acabar con la puesta del sol de ese mismo día; el idioma de las ramas de los árboles sacudidas durante la cosecha; el del agua que corre, libre, por acequias y campos, y el del movimiento regular de la sulfatadora, y el de los insectos y aves que lo habitan.

Habla, habla y habla. Lo hace de los jornaleros que hicieron de palabra pactos sobre la propiedad de la tierra, siempre sin papeles, siempre con el honor de la voz en alto, y también de lo que no existe si no hay papel que lo acredite. Sin firma, nada. Por mucho que los abuelos de los abuelos lo pactaran hace décadas con los abuelos de los abuelos de los terratenientes, a quien por cierto salvaron la vida durante la guerra escondiéndolos de una muerte segura. Tampoco eso vale. ‘Si el sol fuera labrador, no madrugaría tanto; si el marqués tuviera que trillar, de hambre nos iba a matar’ canta la canción que cala como la lluvia fina y recuerda que quien ama es quien se involucra, por necesidad, por herencia o por afectos.

Despoblación, éxodo de mucha parte de la población a la ciudad desde hace ya muchas décadas, falta de servicios, de infraestructuras, de peso demográfico pero sobre todo de déficit de atención de las administraciones públicas, olvido de todos los gobiernos, precios imposibles para cubrir costes y un mercado completamente globalizado donde lo más barato viene de muy, muy lejos, y es lo que compran las grandes superficies mientras lo cercano, lo propio, lo cuidado, se queda en el árbol o pudriéndose en la tierra. Ya no es rentable seguir cultivando, ya no es rentable si hay que combatir contra unos precios imposibles.

Pero la tierra está. Y estará siempre. Antes que nosotros y después. Dando frutos o yerma; repleta de árboles o de placas solares. ¿Quien no conoce a alguien a quien le hayan ofrecido un buen dinero para utilizar parte de sus campos, o todos, para placas solares? Para tenerlas paradas.... Y el debate está ahí y es real, existe. Y no hay soluciones perfectas que satisfagan a todos porque siempre, siempre, unos ganan y otros van a perder.

Háganme caso, de verdad, aunque solo sea por esta vez. De vez en cuando es bueno recordar de donde venimos, aunque solo sea para agradecer, que falta nos hace. Y venimos de la tierra. De la tierra. Todos, también los nobles y la realeza, no crean. Todos cazábamos y todos cultivábamos. Por eso tenemos que continuar haciéndolo. Tenemos que continuar plantando semillas, semillas de memoria, de realidad, de afectos, de honradez y de homenaje. Como hace Alcarràs, ése lugar que todos llevamos dentro.

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