Diario de Ibiza

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Juan José Millás

El dolor como una forma de sentido

En uno de los foros de internet sobre cefaleas, del que soy asiduo, hay una impostora. Se trata de una joven de 30 años (eso al menos dice ella) a la que en realidad nunca le ha dolido la cabeza. Lo noto en que en que enumera los síntomas con una precisión insólita, como si los hubiera estudiado en un libro, y coloca fronteras excesivas entre los diversos tipos de malestar, cuando la mayoría de ellos poseen algún grado de hibridez, de mezcla. Los hay puros, desde luego, pero son los menos frecuentes. De ahí que resulte difícil establecer la medicación adecuada. Para quien no tenga ni idea del asunto, conviene precisar que existen más de 150 tipos de dolores de cabeza, divididos a su vez en primarios y secundarios. No nos extenderemos más en el asunto porque no viene al caso. Nadie, excepto yo, ha descubierto la impostura de esta supuesta joven, por lo que cae muy bien y sus opiniones son escuchadas con respeto. Resulta especialmente seductora cuando habla del aura que precede a determinados ataques. El aura es una especie de hálito enormemente creativo que el dolor nos trae como presente. Bajo tal aura se han escrito grandísimos poemas que parecen dictados por instancias procedentes de otro mundo. Personalmente, siempre estoy dispuesto a aceptar el precio una cefalea dolorosísima si el aura previa está a su altura. Cualquier escritor que se precie daría su vida por una buena frase.

Y aquí es donde percibo también la impostura de la mujer del foro. Poco a poco, de manera insensible, va dejando caer en el grupo la idea de que los dolores de cabeza son la forma en la que Dios se comunica con nosotros. Empiezo a percibirla, en fin, como una evangelizadora que ha dado con un recurso perfecto para introducir la religión en la enfermedad. Si el dolor es un lenguaje (más aún: un lenguaje divino) tenemos la obligación de descubrir su gramática.

-Basta de quejarnos -predica la impostora- de aquello que no tiene remedio y averigüemos qué nos quiere decir.

¿Qué nos quiere decir el dolor? Eso es lo que llevamos preguntándonos toda la vida. Yo al menos no he hecho otra cosa. Si el dolor nos dijera algo, si tuviera un sentido, modificaríamos nuestra relación con él. Tal es lo que asegura la joven y tal es la trampa en la que sus compañeros de foro estamos a punto de caer.

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