Las llaves preparadas en la mano desde antes de bajar del bus nocturno. El paso apresurado. El oído y la vista alerta. Cada paso, un paso menos. Ahí está el portal. En un tiempo récord, abrir y cerrar -sobre todo cerrar- la puerta. Ya. ¿Cuántas millones de mujeres repiten este ritual cada noche que llegan solas a casa? La inquietud ni es exagerada -ahí están las estadísticas- ni es inocua. Como las líneas en un tronco, el miedo siempre deja un rasguño. Erosión tras erosión, hasta grabar el tatuaje de la vulnerabilidad. Y qué hartas estamos de ese grabado.
Antonio Balmón, vicepresidente ejecutivo de la AMB, ha anunciado la voluntad de crear un sistema integral de seguridad metropolitana. No se trata de formar una policía paralela, sino de aprovechar la tecnología para ampliar la coordinación de las policías locales y los Mossos, y profundizar en la percepción de seguridad. Reforzar la vigilancia nocturna, mejorar la iluminación y erradicar rincones inseguros, incrementar las paradas a demanda o crear mapas de espacios urbanos seguros son algunas actuaciones previstas. Paso a paso, ir venciendo la geografía del miedo. Borrando el maldito grabado. Porque las calles y la noche también pertenecen a las mujeres.
