De culminar la escalada que inicia con 61 años cumplidos, Alberto Núñez Feijóo sería el presidente del Gobierno de más edad en llegar al cargo, con 63. En su tesitura actual, a salvo de un nuevo maremoto en el PP, será el candidato con posibilidades más tardío en su primer asalto al ejecutivo. Su proclamación congresual invierte una ley implacable aunque nunca escrita de la democracia española, La Moncloa es para cuarentones. Y todos varones, durante medio siglo. Adolfo Suárez estrenó los usos democráticos a los 43. El debut de la izquierda se encarnó en los 40 de Felipe González, a quien José María Aznar no pudo sustituir hasta que superó la barrera mítica con 43. Su sucesor Rodríguez Zapatero contaba asimismo 43, y aunque Rajoy llegó tardío con 55, se venía presentando como cuarentañero sin éxito. La moción de censura sorprendió a Pedro Sánchez con 46. Un peldaño más arriba, Juan Carlos I rondaba los 38 al coronar La Zarzuela, incluso Francisco Franco fue un cuarentón en la conquista a sangre y fuego de un palacio diferente.
Al incumplir la regla cuarentona, Núñez Feijóo acomete el duelo en la cumbre a la edad en que un político ya no puede generar entusiasmo, a lo sumo confianza. No puede hablarse en propiedad de una llegada, sino del retraso de una salida por causa mayor. La veteranía del candidato del PP a La Moncloa delata una maduración de la política española, una adecuación a la edad creciente de los votantes. Los cuarentañeros y sus menores ya solo militan en cambios climáticos, negacionismos y extremismos de diversa laya.
Si la edad fuera irrelevante, el vengativo Pablo Casado no hubiera aporreado con este argumento a su sucesor, reprochando el cincuenta por ciento adicional en años del presidente gallego y a punto de llamarlo viejo. No se sabe si es el momento de Feijóo, pero nunca lo fue de Casado pese a sus 41 años ideales para el cargo. Hubiera sido el primer presidente del Gobierno nacido después de la muerte de Franco, pero se esmeró para desaprovechar las ventajas que propiciaba su juventud.
