Diario de Ibiza

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Josep Maria Fonalleras

Las imágenes pavorosas y los crímenes de guerra

Aunque la guerra, cualquier guerra, provoca escenas pavorosas, la acumulación de imágenes terribles de los últimos días nos enfrenta tanto a la evidencia de la masacre como a la consideración moral que pretende separar la propia indignidad de un conflicto bélico de la calificación penal como crímenes de guerra de las barbaries cometidas. Las fosas comunes, las ejecuciones, los disparos en la nuca, el hombre que yace en el suelo junto a una bolsa donde parece que llevaba patatas, ese otro que está en la cuneta, con el cráneo desmenuzado, al lado de su bicicleta, es evidente que forman parte de un escenario del horror, ahora visible, siempre intuido. Son crímenes de guerra, claro, pero ¿acaso no lo son todos, por definición, más allá de la diferencia que podamos establecer entre la pulcritud de una bomba teledirigida o el ensañamiento de una matanza en las calles? Más aún: el recordatorio de un tribunal internacional que pueda hacer justicia es un brindis al sol. Solo ha existido (aunque fuera con sordina) cuando la parte responsable de las atrocidades ha perdido la guerra. ¿Qué juez estará en condiciones de exigir algo a Rusia, a los responsables de la tragedia? ¿Y cuándo?

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