Diario de Ibiza

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Mercedes Barona

El aplauso fácil

Nunca he sido mitómana, pero recuerdo en la adolescencia las habitaciones de algunas amigas empapeladas con pósters que traían el Superpop o el Vale de cantantes y actores a doble pagina, con unos peinados y modeletes propios de los 90. Esos cardados, esas hombreras... También me acuerdo de colas de días enteros a la puerta de un estadio para ver actuar a alguien, y fans esperando en el aeropuerto a que sus ídolos les concedieran un segundo de su tiempo. Porque todo lo de un ídolo es mucho más válido que lo que hace cualquier otro ser humano, según parece.

Ahora tenemos, además, un nuevo tipo de fans: los de la cosa política, verdaderos adoradores de alguien que en realidad trabaja para ti. Porque los políticos gestionan tu dinero (es tuyo, recuérdalo siempre, ellos sólo lo administran) para intentar hacerte mejor la vida, o eso se supone. Y están ahí porque tú les has dado tu voto, aunque no de forma tan libre como sería deseable, con la cosa esa de las listas cerradas.

Creo que el verdadero éxito de un político podría medirse a partir de un discurso en el mitin convocado por otro partido, si consigue o no salir indemne de allí ¿Se imaginan? Porque decir a los tuyos lo que quieren oír y que te aplaudan es facilísimo. Y siempre puedes, para asegurar, contratar (nunca de tu bolsillo) un autobús de subvencionados que, a cambio de un bocata y de echar la tarde de compras en la capital, se traguen tus dos horas de palabras que no dicen nada. Que en eso consiste ahora la cosa pública: mucha imagen (con asesores de la ídem que les pagamos entre todos), mucha pose y gesto, pero nada de contenido. Como actores profesionales, tal cual.

Así el endiosamiento del que tanto sabían los emperadores romanos (memento mori) y que les aleja de la calle, de los problemas reales, de la auténtica y verdadera política. Que demagogia no es eficacia, y es mejor un gestor sieso que un figurín inane. «Votasteis gestos, tenéis gestos», que dijo alguien (@godivaciones) en las redes. Quizás ése es el problema, que los votantes se fijan en la forma y no en el contenido; aunque a veces, si te paras a escuchar, con lo que oyes es casi mejor seguir en la ignorancia, porque vaya sucesión de obviedades, absurdos y mentiras.

Leif Garrett sería guapo (para los gustos de la época), pero si no tenía un póster suyo en mi cuarto, menos aún le hubiera confiado el decidir en qué gastar todo lo que se nos confisca vía impuestos.

@MerBaronaM

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