Quería hablar de la bofetada, porque parece lo más emocionante que nos ha pasado en los últimos días, muy por encima de una pandemia que queremos pensar que ya tenemos controlada y, más aún, de una guerra que ni siquiera podemos llegar a pensar cómo podría controlarse. Pero resulta que ya todos han hablado de ello y es muy difícil añadir algo que no vaya más allá del desprecio por la violencia y la reflexión sobre los límites del humor. No sé si el humor debería tener límites, pero lo que sé a ciencia cierta es que sí debería haber fronteras contra los buenos sentimientos.
Tras el guantazo y el desconcierto, llegaron las palabras de amor y bondad y, más tarde, las de perdón y armonía universal, y todo ello tiene un aire muy enternecedor y azucarado, que es uno de los métodos de violencia más sofisticados del ser humano. Gide dijo que con buenos sentimientos se hace mala literatura y es justo lo que practican unos y otros. Esta bazofia que defiende ferozmente a la familia y al honor y se maquilla más tarde con ingentes dosis de compungimiento. Ricky Gervais dijo que su gran mérito era haber triunfado sin haber golpeado a nadie. Y después añadió: «Pero me arrepiento de no haberlo hecho más veces».
