Las palabras nos definen, son nuestra forma de posicionarnos en el mundo y delatan nuestros pensamientos. Pensad ahora en esos pomposos señores (y señoras) que cuando se refieren a las ayudas económicas que reciben los demás utilizan con desdén la palabra «paguita», pero cuando piden dinero para ellos, entonces cambian los términos y hablan de «estímulos para el crecimiento» o de «ayudas a la productividad». Unos reciben subvenciones, pero lo suyo es fomento para la competitividad. Los demás tienen chiringuitos y mamandurrias. Ellos, en cambio, tienen patronatos y oficinas de promoción. A ojos del profano, puede parecer que todo es lo mismo: hay ayudas a las personas en una situación de especial vulnerabilidad, para que nadie se quede atrás, y también subvenciones para echar una mano a las empresas. Sin embargo, ellos tienen una mirada más fina y brillante que la mía, y saben detectar la diferencia entre los que «viven a costa de papá Estado» y aquellos que tienen todo el derecho del mundo a «participar en los planes de estímulo al crecimiento». Curiosa gente, y muy perspicaz. En fin, hasta aquí el artículo de hoy. Que pasen un feliz día y ojalá les quieran como un neoliberal quiere el dinero público: apasionadamente y sin mesura.
