«No existe la guerra inevitable. Si llega, es

por fallo del hombre». (Andrew Bonar Law)

«Inteligencia militar son dos términos

contradictorios». (Groucho Marx)

El arte de la guerra’ es un libro atribuido a Sun Tzu, un general chino que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo. Este manuscrito es considerado el mejor manual de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Mao Tse-Tung y muchas más figuras históricas y sus enseñanzas aun hoy se aplican al deporte, la política o la negociación. A través de las batallas pasadas nos enseña a enfrentar las confrontaciones futuras o… presentes.

La filosofía de Sun Tzu descansa en dos principios:

1. El Arte de la Guerra se basa en el engaño.

2. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.

«Y eso es lo que diferencia al hombre prudente del ignorante. Las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay otra alternativa».

Volví a leer el libro

por casualidad el pasado diciembre, no porque sea aficionada a las guerras, sino por cuanto me declaro entusiasta de las paces y sé que cada conflicto que acaba en armas no es más que un error del sistema. Por favor, entiéndase: de quienes lo gobiernan. Y lo leía sin pensar, no que no fuera a estallar una guerra, pues la historia de la humanidad sigue teñida en sangre, pero sí sin sospechar que una guerra de tal magnitud eclipsaría a la secuencia de catástrofes que ya padecíamos. Y confieso que me descubro sorprendida ante las noticias comparando la más fresca actualidad en el espejo de lo narrado hace dos mil quinientos años. Qué poco ha cambiado en este dramático hilo de causas y consecuencias (todas ellas evitables) que ya augura entre tanta pérdida quién será el príncipe perdedor (incluso, aunque no pierda).

«Conoce a tu oponente, conócete a ti mismo y asegurarás tu victoria» para desarmar la imagen de estrategas del Kremlin anunciando en la televisión rusa antes de que estallara la contienda que esta duraría tres días y apenas causaría bajas.

«Cuida de tus soldados como cuidas de tus queridos hijos y morirán gustosamente contigo» en contraste a las tropas rusas asaltando tiendas de alimentación porque agotaron las reservas de comida caducada que su gobierno les entregó mientras los enviaba al campo de batalla. Combatientes rendidos, llorando ante una taza de té ofrecida por los civiles ucranianos: «Los soldados prisioneros deben ser bien tratados para conseguir que en el futuro luchen para ti».

«La influencia moral es la causa por la cual un estado decide entrar en una guerra; si la causa es noble, entonces los guerreros entran con la convicción de que vale la pena la guerra». Y su ausencia se demuestra cada día en las manifestaciones de ciudadanos rusos pidiendo el fin de esta invasión. Y nada le queda a un príncipe sin el apoyo de su pueblo…

«No presiones a un enemigo desesperado. Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza» describe a los ciudadanos de Ucrania pero también debe alertarnos sobre cómo puede reaccionar un Putin agónico.

«La peor táctica es atacar una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad solo se lleva a cabo como último recurso». Y aún peor es hacerlo ante un mundo que está mirando. Actuar como si el campo de batalla se ciñera a Ucrania. Allí Zelenski apenas aspira a defenderse, mientras su verdadera cruzada para derrotar al enemigo la libra de puertas afuera. Y la está ganando. Quizá no con la fuerza (bélica) que esperaba, pero sí desgastando a Putin política y económicamente. Solo hablando. Solo convenciendo.

«Cien victorias en cien batallas no es la mayor habilidad, sino someter al adversario sin batalla. La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga en el tiempo y el adversario es vencido por el empleo de la estrategia». Cuando es vencido convenciendo. Y en este punto, por primera vez y con la palabra en la mano, discrepo de Sun Tzu. Porque más allá de ‘convencer’ —incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento—, debemos priorizar el ansiado ‘alcanzar un acuerdo’. Porque aunque parecen palabras sinónimas, hay importantes diferencias en su origen y significado.

Convencer proviene del latín convincre, que a su vez viene de vincre, ‘vencer’ —sujetar, derrotar o rendir al enemigo—. En cambio ‘acordar’ —determinar o resolver algo de común acuerdo o por mayoría de votos— proviene de accordre de cor, cordis, ‘corazón’. No en vano también es la raíz de recordar, cordialidad o misericordia. O hasta cordura; cualidad de la persona que actúa con prudencia, sensatez y buen juicio. Acordar es literalmente ‘unir los corazones’, ¿habrá algo más opuesto a la guerra?

Porque el arte de la guerra no trata tanto de la guerra como de construir y mantener la paz. Un arduo trabajo. Entre tanto ruido de palabras y bombas se nos olvida, pero la paz no es sustantivo, la paz es verbo

@otropostdata