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Juan Cruz

Crónica personal de la cobardía

Las noticias divulgan la imagen de un niño ucraniano que llora en medio de una carretera, vestido como para la guerra y también para la guerra contra el frío. Todas las imágenes de guerra o de desastre, de persecución, incluyen gestos así, de estupor en la huida. El que acecha o amenaza se ha quedado atrás, rumiando su venganza, tirando la piedra o la bala o el puñetazo, y el perseguido de lo que probablemente puede ser la muerte solloza o llora o corre, está solo. Aquella joven que huye en Vietnam. El Grito de Munch, mudo para siempre en el museo de Oslo. Las fotografías en blanco y negro de nuestra Guerra Civil. El amerizaje incierto de quienes sobreviven de su viaje en patera desde la costa de África hasta el África que espera en su lado español, Canarias.

De la naturaleza humana es la cobardía. El gesto de escapar del miedo, de huir, forma parte de lo que somos, también explica por qué sobrevivimos. Somos valientes hablando o, en último término, cuando estamos en peligro. Presumimos de haber sido valientes cuando ya no es necesario, y generalmente contamos la verdad a medias: no decimos cómo escapamos o exageramos el método seguido, porque no somos sinceros con nuestra propia cobardía. En el mundo hay historias preclaras, ejemplares, de valentía, pero a aquellos a los que tenemos por cobardes se les niega en la historia ese último segundo del que escribía Kipling para alertar de los excesos que se comenten en nombre de la valentía.

Llorar, se decía, es de cobardes. A esta hora exactamente, decían los versos cantados por Mercedes Sosa, hay un niño en la calle. Llora, es como los adultos; llora, es valiente que lo haga en esa intemperie a la que fue lanzado por la historia mezquina de los adultos que, desde una mesa larga o desde un cuchitril de guerra, han decidido que es mejor matar que dejar vivir y hablar para seguir viviendo. La muerte es tan dura, tan decisiva, tan triste, me siento tan triste imaginando que yo también fui un niño un día viendo una mano grande lanzándose sobre mi cabeza como si esta fuera de trapo. La muerte, el dolor, cuánto despilfarro de vida, qué tristeza es la guerra.

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