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Emma Riverola

Puigdemont desnudo

Puigdemont ha asegurado que Ucrania defiende su «derecho a la autoderminación» (¿no será la integridad de su soberanía?), ha hablado de la «cara de estreñido» de Josep Borrell y ha hecho el ridículo con la polémica de los líderes cobardes que «huyen escondidos en un coche». A Puigdemont le escuece Borrell, pero atacarle de un modo tan pueril solo ahonda su propia debilidad. El largo hilo que el expresident publicó creyendo que Borrell se refería a él en vez de a Yanukóvich acababa con un «cuando llegue el momento, la UE nos apoyará». O Puigdemont ha perdido definitivamente el mundo (o Europa) de vista o ha hecho del engaño su forma de vida o, por muy inverosímil que resulte, se cree sus palabras. En su particular búnker del Consell de la República (la administración del pensamiento mágico), Puigdemont se aferra a una visión compartida con nostálgicos y vividores. Cuando abandonó Catalunya (y sus compromisos), aseguró trabajar por la internacionalización del conflicto, pero solo ha conseguido interiorizarlo aún más. Su decisión de desvincular el Consell de los partidos quizá es un intento de recuperar la añorada adulación de las masas. ¿Alguien de su corte se atreverá a advertirle de su desnudez?

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