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Javier Cuervo

Antes de que cambie

«Pronto los martirizados no serán los niños que lo fueron sino todos los cristianos lanzados a los leones del circo público»

Queda poco para que los abusos sexuales de frailes y sacerdotes españoles a menores dejen de ser un problema de niños que fueron víctimas y se conviertan en una campaña anticlerical socialcomunista. El argumento asoma por la carcunda episcopal y, si lo recoge la polarización solípeda, pronto los martirizados no serán los niños que lo fueron sino todos los cristianos lanzados a los leones del circo público.

Juan Pablo II atribuyó la cascada de denuncias de abusos infantiles en Estados Unidos a una represalia del republicano George W. Bush porque el Vaticano había condenado la guerra de Irak. Benedicto XVI trajo una política de acabar con corrupciones y pederastia, pero su “tolerancia cero” le hirió al conocerse que encubrió abusos sexuales a niños a finales de los setenta cuando era arzobispo de Múnich. Francisco ha decretado el momento de la vergüenza y de la solidaridad con las víctimas, pero el encubridor duerme en El Vaticano.

«Francisco ha decretado el momento de la vergüenza y de la solidaridad con las víctimas, pero el encubridor duerme en El Vaticano»

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Los intentos episcopales españoles de disolución de la culpa delatan bajo interés por el dolor de los débiles. La pedofilia es una parafilia, que hasta 1987 la psicología y la psiquiatría llamaban perversión. En la cabeza es un problema personal pero cuando pasa a la práctica sexual es delito. Las denuncias de ahora sucedieron hace tantos años que los delitos han prescrito, aunque los daños permanezcan. Para la Iglesia, además, es pecado contra el sexto mandamiento, su especialidad de los últimos siglos.

Ni la Iglesia, ni la abogacía ni la chacinería -por decir tres- están libres de tener pederastas en sus filas, pero en los países que están afrontando las responsabilidades y las reparaciones se ve que ha habido una complicidad corporativa en la Iglesia en forma de impunidad y ocultación. La paradoja sería que los abusos dentro de la Iglesia se dieran más en las sociedades menos católicas y apenas en Italia y España, lo que sabemos imposible porque siendo niños, cuando no se hablaba de sexo, se advertía que era más fácil que te acariciara un clérigo que alguien de tu misma edad.

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