Diario de Ibiza

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Martínez-Fortún

Sin respuesta

Hay cuestiones tan arduas que superan el límite de lo comprensible en un mundo ayuno de certezas y pródigo en incertidumbres. Las hay lejanas ya, como la que supuso en su día la cabeza grasienta de Carme Forcadell, pues, en sabias palabras de mi hija, la independencia es compatible con el pelo limpio. Es algo que siempre me ha torturado. Las hay más actuales como por qué Boris Johnson no se peina, acción muy compatible con convertir el número 10 de Downing Street en plena pandemia en ininterrumpida sala de fiestas, escenario idóneo para reuniones de trabajo mutadas en botellón o para pasarse por el forro el óbito del príncipe Felipe. Y las hay eternas y fundamentales. Pues ¿quién sería capaz de contestar, por muy misterioso experto que fuese, al incomprensible arcano de si es mejor la tortilla de patatas con o sin cebolla, o por qué el retinol no es la verdadera solución antiaging, o al misterio insondable pero trascendental en estos tiempos omicrones de si es preferible el paracetamol al ibuprofeno?

Sé que el avispado lector recelará de que me enfrente yo solita a estos enigmas inescrutables, mas si los juzga irresolubles, pregúntese entonces, como hizo Planas, por qué Garzón, responsable de velar por el consumo de los españoles y colega, en fin, no le llamó para compartir sus desvelos. O por qué al segundo no le ha supuesto un minuto de dedicación, reflexión pública, justificación ante el ciudadano indefenso o reparación, el ultrajante precio de las mascarillas antaño, el de los tests de antígenos hasta ayer no más, o el de la luz in aeternum. Pues aunque menos importantes, no son en absoluto cuestiones baladíes.

Baladí sí es, en cambio, la cansina cuestión de la transparencia en el reparto de los fondos europeos, que a quién le importa eso, por favor, lo mismo que los vuelos en Falcon que qué pesadez. O por qué se permite que se desobedezca la sentencia que exige el 25% de castellano en institutos catalanes o cómo en fin Djokovic sigue todavía en Australia y no ha sido expulsado con la rigurosa patada en el culo que se merece.

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