Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lucía Perán Alcázar

Cabos sueltos

Improvisar es de valientes, pero también de personas que guardan en el bolsillo trasero del pantalón la inteligencia. No está mal, no, pero mejor enchufar la báscula y pesar. Sopesar. Improvisar una comida con amigos es un placer; improvisar, a última hora, asistir a la presentación de un libro, una película o una obra de teatro es más que bien, es un milagro, e improvisar asistir al estreno de una compañía de danza es extraordinario. Improvisaciones que, a corto plazo, te garantizan satisfacción o la otra cara de la moneda, espanto. Un espanto subsanable porque tan solo está en juego el precio de una entrada, el carbón de las parrillas o el tiempo empleado. Sin embargo hay personas que van más allá e incluso improvisan tener un hijo. Un día se levantan con su boca y al siguiente, una boca más, miles de pañales y, lo que es más, kilómetros de educación por impartir. Horror. De ciertas improvisaciones no se puede eludir la responsabilidad, pero lo hacen e improvisan una infancia mate, una adolescencia alocada y crean un adulto improvisado. ¿Qué tal llevamos el bolsillo trasero del pantalón? ¿ Vacío? Está bien. La inteligencia está en uso.

Compartir el artículo

stats