Diario de Ibiza

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Miguel Vicens

La vida sin garantías

No existen las soluciones sencillas a los problemas complejos, ni la vida con garantías absolutas, ni las decisiones individuales sin consecuencias. Y la pandemia, como gran crisis global todavía en curso, lo ha puesto especialmente de relieve. Es el debate permanente desde hace dos años, lo que a veces nos une y en otras ocasiones nos separa y enfrenta. Y así ocurre pese a los descomunales esfuerzos y logros científicos que han permitido aplacar la incidencia mortal del virus en tiempo récord. Así ocurre, pese a las políticas de emergencia de los gobernantes, obligados a aplicar y levantar, según el momento, restricciones para salvaguardar el derecho a la vida de los ciudadanos e intentar en la medida de lo posible no lesionar sus derechos y libertades individuales, aquello que constituye la esencia de nuestras sociedades democráticas. Y así ocurre también pese al despliegue continuo de todo tipo de medidas económicas para que la crisis sanitaria no derive en una nueva gran recesión.

Y en todas estas decisiones, en absolutamente todas, las científicas, las políticas, las económicas y, por supuesto, también en las individuales, se han producido grietas, errores grandes y pequeños, y también injusticias y abusos. Y seguramente se seguirán produciendo. Pero en esta gran improvisación por fuerza mayor a la que el mundo se ha visto sometido a la carrera, lo que nos mantiene con vida por ahora son los aciertos, conviene recordarlo aunque sea de pasada, entre ellos el impulso de la vacunación y la protección que estos fármacos han procurado a toda la sociedad y no solo a los que han considerado que no se pueden permitir el lujo de prescindir de ellos, aunque sea una protección imperfecta, no absoluta y con fecha de caducidad frente a la variante de turno. Por ahora, quien pida más garantías puede probar en El Corte Inglés.

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