Diario de Ibiza

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Andrés Ferrer Taberner

A pie de isla

Andrés Ferrer Taberner

Lucharemos en las playas

Varias personas en riesgo de exclusión social han sido contratadas por la conselleria de Medio Ambiente para desarrollar labores de limpieza en el litoral pitiuso. Suman ocho, ni una más. Ante ellas, innumerables playas a las que liberar de un enemigo implacable: los residuos sólidos. Basura, o sea. Un enemigo que no se cansa nunca y que avanza sin descanso a remolque de nuestra expansión urbana a la que le damos alas porque cada vez somos más, estando de más la mayoría de veces en muchas de las zonas nuevas que invadimos.

La costa es especialmente vulnerable a los residuos, toda vez que en la superficie marina impera la ley física del bumerán. (Ay, Arquímedes, pero ¿cómo se te pasó esta?). Su enunciado es escueto: todo lo que le arrojes al mar, volverá. Ya se encargarán de ello las corrientes, las olas y hasta alguna sirena que otra harta de que al emerger de las aguas se le ponga una bolsa de Mercadona por sombrero. Sin prisas, se tomarán su tiempo, pero al final darán con nosotros en la playa cuando estemos festejando el verano en una tumbona creyéndonos a salvo de pagar por nuestros excesos contra la naturaleza.

En territorios insulares como las Pitiusas, el efecto es mayor por razones obvias. Con tanta costa aquí en las islas, el Mediterráneo cuenta con espacio de sobra para devolvernos los despojos que le echamos sin límite ni pudor. Podría hacer dunas monstruosas con ellos si no los fuéramos retirando. Un mar el nuestro que se satura de inmundicias, en especial de plásticos, esa costra con la que le taponamos al mundo sus poros. Como sigamos así llegará el día que las aguas marinas se colapsarán con tantos plásticos a cuestas. Cesará entonces toda marea y toda espuma. Detendrá el mar el caminar de sus olas y el silencio de una quietud lacerante se apoderará de las playas. El Mediterráneo se habrá coagulado en polietilenos y dejará de correr por nuestros sentidos. Solo nos quedarán los versos de Homero para recordarlo tal como era.

Me gustaría decir que estas ocho personas reclutadas por la conselleria cuentan con refuerzos, pero no queda en la partida presupuestaria para un Séptimo de Caballería al rescate. Saben que van a estar solas frente a esta maldita marabunta diaria de residuos de procedencia tan dispar como la de los viajeros que arriban a las islas. Pero les resbala; se bastan siendo pocos al sentirse crecer por días mientras cumplen con su misión, como si fueran los trescientos mismos que defendieron las Termópilas. Mas la aritmética es tozuda. Cuento otra vez y son justo ocho. Como mucho, algún ‘decimal’ que en alguna ocasión se les suma espontáneamente: un ciudadano cualquiera que les imita en sus tareas probando eso de ser cívico y que no se le burlen los mirones en el intento.

Así que ocho y mucho tajo en la costa por delante. Me consta que su entrega es total. Tanto que se diría al verlos metidos en faena que calculan más sus jornadas de trabajo por los kilos de basura que retiran que por los latidos del sol. Cada mañana libran un combate desigual, pocos contra miles de enemigos de todo rostro: bolsas de plástico, envases de refrescos, latas vacías, colillas… La playa es la línea de defensa, el escenario bélico. Al igual que en ‘Lucharemos en las playas’, el título popular que se le dio a uno de los más famosos e inspirados discursos que pronunció Churchill al inicio de la guerra, en los momentos más críticos de Gran Bretaña frente a los nazis. En él emplazaba a toda la población a combatirlos desde cualquier rincón de la geografía, empezando por las playas.

Deberíamos hacer nuestro este llamamiento, imitarlo. Declararle una guerra sin cuartel a los residuos sólidos es tarea colectiva que requiere de cada uno de nosotros. ¿Cómo? Haciendo un uso responsable de nuestra capacidad de adquirir bienes de consumo y reciclando nuestras basuras en casa como toca. Pero podemos ir aún más lejos y extender nuestro compromiso a otros frentes inusuales. Luchemos nosotros también en las playas, hagamos del título del discurso de Churchill nuestro lema. Construyamos a partir del mismo un relato que impulse un cambio radical en nuestra conducta. ¿Por qué no habríamos de recoger cada cual también envases del suelo, por ejemplo, aun sin ser nuestros? Un gesto tan sencillo como este sí que sería una acción auténticamente revolucionaria. Reparemos la irresponsabilidad del prójimo con audacia y tomará así conciencia. Aun con acciones cotidianas huérfanas de titulares, seamos ejemplares con algo más que palabras. Es preferible una ética de bolsillo ejercitada por la mayoría a la de los grandes principios que no practican ni quienes los enuncian, eternos profesionales de la mentira.

Decíamos que los protagonistas de nuestra historia son solo ocho. Ocho eran asimismo los legionarios de los antiguos contubernios, las unidades más pequeñas del ejército romano. Sumémonos sin dudar, pues, al heroico pelotón pitiuso contratado por la conselleria y alcanzaremos a ser legiones. Hasta no ver más basura en las playas, las calles y los campos que la que cabe en un dedal.

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