Diario de Ibiza

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Retos inaplazables

Recordaremos 2021 como el año en el que comenzamos a contener los estragos de la pandemia de coronavirus, gracias a la vacunación masiva de la población. El virus sigue circulando y los contagios se incrementan, pero la inmunización de gran parte de la ciudadanía permite mantener unas bajas tasas de hospitalización (también en UCI) y reducir notablemente la mortalidad. Esto se traduce en la recuperación de la actividad social y económica, la retirada de restricciones y en una lenta remontada de la crisis. Hace ahora un año que empezó la campaña de vacunación contra el covid, y en Balears ya hay más de un 80% de la población mayor de 12 años inmunizada. En toda España ha comenzado la inoculación de la vacuna a los niños de entre 5 y 11 años. El panorama ha cambiado por completo en estos doce meses y es esperanzador, pese a que deberemos acostumbrarnos a convivir con el coronavirus y con las medidas para evitar los contagios, pues no parece cercana su erradicación.

Retos inaplazables

La rapidez que ha demostrado nuestra sociedad para enfrentarse a una pandemia que ha arrasado el mundo; la capacidad para sacar adelante una vacuna y conseguir inmunizar a la mayor parte de la población en menos de un año, pone de manifiesto los ambiciosos propósitos que se pueden conseguir, por difíciles que parezcan, cuando hay voluntad firme y unión en pos de un objetivo. Al mismo tiempo que nos admiramos por lo que hemos sido capaces de lograr en la lucha contra la pandemia en tan poco tiempo, resulta frustrante la falta de compromiso para acabar con la violencia contra las mujeres, un problema que, igual que el coronavirus, nos afecta a todos y a todas, de una o de otra forma. Pocos problemas hay como el de la desigualdad y la violencia machista, que atraviesan por completo a toda la sociedad, al margen de edades, extracción social, estudios, nacionalidad o cultura. Los estereotipos y la mentalidad machista que sustentan la violencia se perpetúan de generación en generación.

Un hombre, Kamil Archane, de 26 años, mató a su pareja, Elena Livigni, de 21, tirándola por el balcón del cuarto piso del hotel de Ibiza en el que estaban alojados. Después se arrojó él para quitarse la vida. Un crimen que nos recuerda de nuevo que la violencia machista afecta a mujeres de todas las edades, clases sociales, origen... y que la ejercen hombres que, de la misma forma, no se ajustan a un perfil determinado. Lo que une a estos hombres es su mentalidad machista y su consideración de que la mujer es de su propiedad, y que tienen derecho a dominarla y controlarla.

Los datos sobre violencia de género son una mínima parte de los casos existentes, pues la mayor parte no trascienden y las mujeres no sólo no se plantean denunciar, sino que a menudo ni siquiera se consideran víctimas, pues están atrapadas en una tela de araña en la que las envuelve el maltratador, que les hace ver una realidad distorsionada en la que acaban aisladas y dudan de ellas mismas y de lo que piensan o sienten. En Ibiza y Formentera, hay 385 casos de hombres que agreden a sus parejas o exparejas con seguimiento del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil. La Oficina de la Dona de Ibiza atendió hasta noviembre a 510 mujeres víctimas de violencia machista y a 46 hijos, un 17% más que en 2020. El Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Ibiza ha recibido 572 denuncias por violencia de género entre enero y septiembre.

Pero la violencia machista va mucho más allá de los malos tratos físicos o psíquicos que inflige un hombre a su pareja o expareja. Son las agresiones sexuales, como la que sufrió este verano una joven a manos, presuntamente, de tres hombres en Formentera, a quienes acusó de torturarla y violarla en grupo. Violencia contra las mujeres es la que ejercen hombres que pagan por tener sexo con una mujer en situación de prostitución, y la de los proxenetas que las explotan. Mujeres invisibles, que no pueden pedir ayuda, víctimas de trata y sometidas al aniquilamiento físico y mental. No hay otro camino que la abolición de la prostitución para proteger los derechos humanos de estas mujeres.

Frente a esta realidad oculta, existe otra a la vista de todo el mundo, con la que convivimos, sobre la que no existen datos, pero que es cotidiana y nos rodea. El machismo que sigue marcando las relaciones de pareja, en las que tradicionalmente el hombre domina y la mujer se adapta, y el desigual reparto de las cargas domésticas y familiares, que recaen generalmente en las mujeres, con el coste que esto tiene, por ejemplo, para su carrera laboral, forman parte de nuestro día a día. La violencia sobre la mujer tiene muchas manifestaciones y es de tal magnitud y nos afecta tanto a todos y a todas, que deberíamos ser capaces de reaccionar de una vez, con contundencia, tal y como lo hemos hecho plantando cara al covid. Cambiar esos condicionantes invisibles ligados al patriarcado, que nos mantienen anclados en la desigualdad y en la violencia machista, es una tarea tan urgente y acuciante como la lucha contra el coronavirus.

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