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Emma Riverola

Otra ola tuitera

El suicidio de Verónica Forqué ha resultado especialmente perturbador. Existe la percepción de haber asistido a él en directo. Semana tras semana, la vimos concursando en ‘Masterchef’, derrochando nerviosismo y brusquedad. Inestabilidad. El montaje fue especialmente nocivo para ella. La incomprensión que generaba era evidente, incluso la burla. Cada aparición de Forqué despertaba una ola tuitera que ansiaba su eliminación. Ahora, todos esos comentarios adquieren un sentido trágico. No se trata de organizar un juicio sumarísimo, ni contra el concurso ni contra las redes, pero sí evidenciar la falta de recursos que, como sociedad, tenemos respecto a la enfermedad mental. Desde luego, recursos emocionales para detectarla y comprenderla. Aún más, económicos.

Sobrellevar la enfermedad mental sin un tratamiento médico es una condena insoportable. España registra la mayor cifra de suicidios de su historia. Casi 11 al día. Mientras, la enfermedad mental sigue siendo la gran olvidada de la sanidad pública. Con unas listas de espera inasumibles, agravadas por la asolación de una pandemia inacabable. Sin salud mental no hay salud. Esta situación sí se merecería una oleada ciudadana de indignación y exigencia.

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