Ocurrió hace ya bastantes años. Veníamos en un taxi desde el aeropuerto tres personas, dos ya fallecidas: un veterano político de la izquierda, un viejo activista cultural y miembro del PP (de lejano pasado falangista) y el que esto escribe. El reto secesionista catalán estaba en fase aguda y la sintonía para afrontarlo incluso mediante una entente no soberanista liderada por la izquierda surgió evidente. Miré hacia el viejo hombre de la cultura y le solté: «¿Antes rojos que rotos?». Él respondió sin dudar, con el aplomo de quien se ha planteado antes el dilema: «Por supuesto». Quedamos los tres en silencio, como si hubiera sido un pacto en defensa de la Constitución entre simples ciudadanos, el «pacto del taxi». No sé si llegué a decirme «España aún sigue ahí», pero es lo que, a tiempo pasado, pienso que debí de pensar. Pasado el trance crítico, hoy toca recomponer puentes, tender manos.