Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María de Loma

Ruido de café

Me quedaría toda la mañana en los cafés inventando vidas, observando turistas, enfocando oficinistas, charlando con astrohúngaras. El café de esta mañana no es el habitual. Es uno acogedor, del extrarradio, poblado por felices desayunadores de la zona y transitorios desayunantes que están de paso en este barrio. Muchas mesas. Oigo español pero también lo que atisbo que pudiera ser portugués. Mucho inglés y hasta un idioma del Este, que digo yo que será del Este. Los periódicos de papel, deportivos, locales y mediopensionistas circulan a buen ritmo, caballero, ¿me lo pasa? Echo cálculos acerca de por cuántas manos puede pasar un ejemplar. Cuál será el titular más leído. El más ignorado. Tal vez haya un párrafo que jamás nadie lea. Párrafo para nada, párrafo para nadie. Prosa baldía, palabras que no se llevará el viento ni engatusarán una mente, ni cautivarán un ánimo o un cerebro. Tinta de tumba. ya no hay percheros en los cafés. El encargado saluda ceremoniosamente a algunos parroquianos a los que seguramente conoce de mucho tiempo atrás. Nadie nos conoce mejor que quien sabe cómo nos gusta el café. Una pareja mayor que porta una bolsa de radiografías de una clínica pide mantequilla. Los sobrecillos del azúcar llevan frases animosas de esas. Hay un nicho de empleo en esto: redactor de textos para sobrecillos de azúcar. Se valorará experiencia como redactor de etiquetas de vino. Abstenerse pesimistas.

Me convenzo a mí mismo de que pedir un segundo café sería necesario para completar la observancia. Y la columna. Si no me diera corte dictaría el último párrafo al teléfono. Pero confío en mi memoria, lo cual es mucho confiar y verás tú dónde habré aparcado. El café vigoriza e incluso deja trazas de euforia. Donuts no tenemos. Por la puerta se cuela frío y un zangolotino que la mantiene abierta mientras charla y no entra permite el paso a una racha de viento que cimbrea los adornillos de Navidad de una pared. Que si te vas a llevar lotería, Paco. Me gustaría meter en el texto que en este preciso momento suena la tragaperra, pero no hay. Máquina de tabaco sí. No da cambio, avisa un cartel pequeño escrito a boli negro. La palabra «cambio» está escrita en mayúsculas temblonas; algo así como si te gritara un tartamudo. Van a dar las doce y los grifos de cerveza se impacientan mientras la máquina de café expande su reinado bufando, echando humo y metiendo ruido. Urge un partido entre partidarios del café en taza y forofos del café en vaso. Si todos pagamos ya con tarjetas se perderá ese alegre tintineo de monedas en la barra metálica. Niño, hay bote.

Compartir el artículo

stats