Diario de Ibiza

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Fernando de lama

Frita de pulpo ‘á feira’

La pasada primavera, una vez que había quedado claro que la temporada empezaría tarde ante la persistencia de la ola covid del invierno, desde el Govern balear se hablaba de la posibilidad de alargar la temporada no solo a octubre, sino también a noviembre, ignorando las décadas de intentar aprender a pronunciar la palabra desestacionalización sin éxito. El sector turístico era escéptico y al final el clima le ha dado la razón. Hace unos días, un amigo me comentaba que se le estaba poniendo acento gallego, después del mes de noviembre más lluvioso de los últimos años, y nadie espera que vengan turistas a ver el espectáculo des Racó des Ullals o des Broll de Buscastell fluyendo con una fuerza desconocida en los últimos años. No nos engañemos, a nadie se le ocurre venir a las Pitiüses para algo que puede hacer en su casa: ver llover por la ventana. Y más si tenemos en cuenta que, cada vez que llueve aquí se anula todo, como si lo que cae fuera lluvia ácida o radioactiva. Quizá sería mejor pensar en actividades bajo techo o bajo carpa, en lugar de seguir con propuestas al aire libre que luego se tienen que aplazar o suspender. O montar algo como una feria de la frita de pulpo á feira e ir todos con paraguas a la vez que hermanamos culturas.

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