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valentin villagrasa

Desde la Mola

Valentín Villagrasa

Lluvia que no cesa

Si usted vive en Santiago de Compostela (lugar donde más llueve en España) se acostumbra a tener largos inviernos (otoños y primaveras incluidos) donde la lluvia es el elemento común y el paraguas el complemento idóneo para resguardarse e incluso como bastón auxiliar para no caerse. Hay quien tiene varios en su casa por aquello de salir conjuntado según los colores de la vestimenta (les aseguro que no es una falacia). Si por estas pasan quince días sin llover, incluso en épocas donde no se hablaba de cambio climático, se nota cierto nerviosismo en el ambiente y el comentario generalizado en los ‘vinos’ de antes de comer o cenar pasa por esa rareza circunstancial. En el rural, aumenta la incertidumbre, dada la dependencia del agua de lluvia para los prados y los animales, preferentemente las vacas de leche o carne. Situados en el otro extremo de España, justamente aquí en la Mola de Formentera, si llueve cada día durante más de quince (mal o bien contados) aquel nerviosismo de tierras celtas se traslada a este Mediterráneo de secano y sol radiante (incluidos otoño, invierno y primavera). Tanto que hasta nos hace exclamar lo de «ya está bien de lluvia» que contrasta con el otro del verano seco «sería bueno que lloviera». Porque allí, Compostela, dependen los prados y las vacas y aquí, la Mola pese a que nos pese estos días, dependen las cisternas y las personas (quizás por este orden). Recuerdo los primeros días de lluvia (no me pregunten la fecha) una cierta complacencia entre los que quedamos. Vislumbrábamos que iba a limpiar la isla, volverla al verde País Vasco (que también es un color) y nos arreglaba lo de la cisterna para un tiempo. Después de pluviómetros al límite se sucedieron los días de entre 4 y 10 litros, bueno «la dejaremos caer como los de Mallorca», sentencia recurrente en estos casos. Cuando veíamos en las aplicaciones para las predicciones que llegaba el final de lo mojado. Las lavadoras estaban ya en pie de guerra. Se anuncia una DANA a partir del domingo pasado. Hasta el joven que predijo la Filomena hace un año, nos mete el miedo en el cuerpo y los mapas de los ‘hombres del tiempo’ se llenan de nubarrones y chaparrones a lo largo y ancho de nuestras Pitiusas. Aunque no esté ya nuestro páter Miguel Ángel para pedir una tregua, igual que pedía lluvia en sus plegarias. Vamos a pensar que nunca llovió a gusto de todos. O como dicen los gallegos «nunca choveu que despois non escampara».

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