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José Miguel L. Romero

Puentes que sobran, puentes que faltan

u La autovía de Sant Antoni está jalonada por varios puentes que nadie sabe qué pintan ahí, pues apenas tienen usuarios. Más que útiles, parecen decorativos. Quizás, la razón de su existencia sea, simplemente, que quienes construyeron esa carretera necesitaban justificar su elevado coste (o engordarlo), de la misma manera que se empeñaron en inventarse un túnel innecesario. Hay tres pasos elevados que dudo que hayan sido transitados alguna vez, y otro, el de Amnesia, parece que sólo es útil durante la temporada turística. Y eso escama a los vecinos de Can Bonet y ses Païsses, una barriada pésimamente conectada (en el caso de los peatones) a Sant Antoni y donde quien quiera pasar a la zona de Can Guillemó tiene que jugársela cruzando un peligroso semáforo. He sido testigo de varios accidentes ocurridos allí, uno de los cuales estuvo a punto de acabar en tragedia. Los vecinos piden lo justo: que se construya ya un puente en esa zona y que esta vez los intereses económicos de un par de negocios no primen sobre los generales. Sus habitantes recuerdan cómo antes de que la autovía creara una cicatriz en esa barriada, el presidente del Consell, Pere Palau, visitó el lugar junto al presidente de la asociación de vecinos. Palau hizo caso omiso a la solicitud, porque estaba más interesado en complacer a otros. Ni rechistó por los puentes inútiles.

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