Diario de Ibiza

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En mi retina esta la imagen de cuando se ve a un grupo de personas entorno a alguien que cuenta experiencias. Es muy enternecedora y a mí personalmente me evoca muchos buenos recuerdos. Cuando alguien vive una experiencia inolvidable, no deja de contarla. Eso es lo que sucedió con los primeros seguidores de Jesús. Es el lema que este año ha propuesto la campaña del Domund, ‘No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído’ (Hch 4,20). Este domingo la Iglesia celebra y recuerda la labor de tantos misioneros y misioneras que a lo largo de los cinco continentes continúan la labor de anunciar, de contar, lo que vieron y escucharon los primeros discípulos del Maestro.

Todos los cristianos, y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, estamos llamados a contar y a escuchar una Buena Noticia, el anuncio del mismo Jesús del que fueron testigos los apóstoles y que ha llegado hasta nosotros. Para eso es necesario encontrarnos con Jesús, escuchar su Palabra. Y a esta tarea nos ayuda seguir viendo como Dios actúa en medio de tanto sufrimiento por la entrega generosa de mujeres y hombres, que siguiendo la llamada de Jesús, no han puesto excusas, han soltado amarras y se han puesto a navegar para llevar el anuncio del Evangelio a todos los rincones. El mundo necesita de buenas noticias. El mundo necesita de esperanza, de sanación y de Salvación. Es lo que quiere ofrecer la Iglesia al ser transmisora de la Palabra de Dios. Los primeros discípulos de Jesús no lo tuvieron fácil. Estamos llamados «a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión… para que nadie pueda quedar ajeno a este anuncio liberador», nos recuerda el Papa Francisco.

Tampoco es fácil el momento actual. La pandemia de la que estamos siendo víctimas ha puesto en evidencia el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que tantos hermanos nuestros sufrían. Nuestras falsas seguridades y nuestra fragilidad. Ahora más que nunca necesitamos recordar palabras de esperanza, palabras de vida. Recordarnos que nadie se salva solo, que necesitamos unos de otros. Los misioneros nos necesitan, y nosotros necesitamos de hombres y mujeres que nos continúen anunciando una Buena Noticia. Necesitamos de la capacidad de todos de descubrir que todos estamos llamados a contar todo aquello de bello que sucede a nuestro alrededor.

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