Las tradiciones se mantienen y la nuestra es la de pagador. Si el Govern balear destina un tercio de los fondos de la UE al tranvía de Palma y deja sin un duro el maravilloso transporte público de Ibiza, los socialistas patrios aplauden. Si la ministra Montero incluye en los Presupuestos 183 millones del factor de insularidad mientras que, como buena trilera, los recorta de las inversiones territorializadas estatales, Armengol y sus cortesanos celebran la victoria. Y facha el que se queje. Al fin y al cabo, esta es la isla del lujo y debemos considerarnos afortunados de vivir aquí. Poco importa que tengamos unos servicios e infraestructuras obsoletos, que nos cobren los tomates a precio de souvenir o que la inflación, sumada al plus del transporte y sus monopolios, esté ahogando a familias, autónomos y pymes. En Ibiza nos sobra el dinero, o eso debe pensar la senadora Patricia Abascal, que el miércoles en el Senado volvió a demostrar que representa sólo al PSOE y no a las Pitiusas, con su ‘no’ al REB que su propia jefa de filas negoció y que es tan necesario para salvar el escaso tejido productivo, más allá del turismo, que tenemos y que, tras las pérdidas de la pandemia, vuelve a estar con el agua al cuello por el coste desatado de carburantes e insumos. Según argumentó el también socialista Cosme Bonet en su defensa del voto contrario a las rebajas fiscales para Balears, lo hicieron por «lealtad»... al partido.
