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Matías Vallés

Carmona ahorra en discursos

Antonio Miguel Carmona es una de esas personas que, en confianza, te reconocerá que sus intervenciones televisivas han sido decisivas para pavimentar el desembarco y estabilización de Pedro Sánchez en La Moncloa. El elevado concepto que ese político tiene de sí mismo podría alimentar una central nuclear, por lo que Iberdrola sella un buen negocio al incorporarlo a su plantilla energética. Es injusto decir que el fracasado aspirante a la alcaldía de Madrid ha claudicado. Se venía adiestrando en pantalla para dar el gran asalto. Los espectadores siempre ingenuos pensaban que actuaba para ellos, cuando sus piruetas exhibicionistas se dirigían solo a emocionar al Ibex.

A Carmona no se lo tomaban en serio ni sus compañeros de tertulia, a ver qué dicen ahora que les duplica el sueldo por el mismo trabajo de antes. El sempiterno sonriente es un telepredicador construido alrededor de una boca, pero es injusto insinuar que se degrada individualmente al vaivén erótico de las puertas giratorias. No es el exconcejal quien ficha por Iberdrola, sino el PSOE entero, dado que se empeña en alumbrar con demasiada frecuencia a personajes así, depredadores con dientes de conejo. No vale con desheredarles cuando han culminado su objetivo, había que expulsarlos el día antes.

Entre seguir soportando los sermones sonrientes de Carmona o padecer otra subida de la factura de la luz para pagarle el sobresueldo en un despacho oscuro, la salud colectiva vuelve a exigir la solución más cara.

El ahorro eléctrico en discursos moralizantes se mide en megavatios por minuto. En vez de rasgarse las vestiduras lamentando que lo ocurrido no es una trama del PSOE sino una trama contra el PSOE, los susodichos en el Gobierno deberían plantearse por qué les resultó tan sencillo confinar a todo un país, mientras huyen amedrentados a la hora de endosarle un toque de queda a un porcentaje ínfimo de la población. Porque el regañador Carmona vuelve a demostrar que populares y socialistas conviven en la Superliga tan felices como madridistas y barcelonistas.

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