Diario de Ibiza

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Prats, Xescu

De ejemplares a clandestinos

En una encuesta reciente realizada por el colectivo Prou, casi 900 personas respondieron a la pregunta de si hacen faltas discotecas en Ibiza. Ocho de cada diez participantes contestaron que no. La noticia se publicó el mismo día en que se hizo pública la cuarta denuncia interpuesta por los inspectores de Turismo del Consell, que siguen trabajando para detectar a los establecimientos que actúan fraudulentamente como salas de fiestas, cuando el baile sigue prohibido en todo el archipiélago por la pandemia.

Tras los beach clubs de s’Arenal, es Jondal y Platja d’en Bossa, le ha llegado el turno a un restaurante situado junto a la carretera de Sant Josep a Ibiza. Según ha revelado el propio Consell, su equipo actuó de incógnito pudiendo detectar cómo se incumplían de forma generalizada los protocolos sanitarios: no se respetaba la obligatoriedad de uso de la mascarilla ni la distancia social y además se permitía fumar y bailar en el interior del recinto.

Los inspectores, visto el panorama, no solo tomaron buena nota y pruebas fotográficas, sino que, además, alertaron a la Policía Local de Sant Josep y a Emergencias del Govern balear. Dichos funcionarios, sin embargo, se quedaron atónitos ante el protocolo de ocultamiento que se desplegó en cuestión de minutos, en cuanto los vigías del local detectaron la inminente llegada de los municipales. La música acelerada de baile trasmutó ipso facto a un apacible chill out, a la gente se le prohibió bailar y se repartieron mascarillas a diestro y siniestro entre los clientes y los propios empleados, de lo que se deduce que estos últimos tampoco la llevaban. El paripé se prolongó mientras los policías locales se paseaban por el establecimiento. En cuanto se marcharon, vuelta a las andadas.

Dicho lugar, calificado eufemísticamente como restaurante, tiene un plantel de disc jockeys internacionales impresionante, ejerce como discoteca abierta al exterior y exhibe una de las iluminaciones más potentes de la isla. A lo largo de todo el verano ha estado organizando fiestas, cuyos vídeos llevan semanas circulando por los teléfo-nos móviles. Su descaro es de tal calibre que lo sorprendente es que no haya salido en los papeles hasta ahora.

Dicho restaurante-sala de fiestas pertenece a una importante empresa del sector del ocio, que se caracteriza por su reiteración en el incumplimiento de las ordenanzas y las leyes. Una de sus discotecas incluso fue clausurada hace algunos años por su tolerancia con el consumo de drogas. Tanto este local como los tres denunciados ante-riormente; es decir, todos aquellos donde los inspectores del Consell Insular han detectado irregularidades muy graves, forman parte del colectivo Ocio de Ibiza. Otros de sus establecimientos, que, al menos que sepamos, aún no han sido denunciados, mantienen conductas altamente sospechosas, como por ejemplo precintar los teléfonos móviles de los clientes para que no puedan grabar lo que ocurre en el interior.

Este colectivo ha subrayado durante toda la crisis que sus asociados han mantenido una actitud ejemplar y ha denunciado reiteradamente las fiestas ilegales que distintas promotoras han organizado en villas por toda la isla, reclamando incluso un endurecimiento de las penas y sanciones para sus promotores. Sin embargo, cabe hacerse dos preguntas. Por un lado, ¿cuál es la diferencia entre los festivales en chalets particulares y los que se han denunciado en estos cuatro locales? Por otro, ¿de qué ha servido la famosa prueba piloto celebrada al principio del verano, con todas las autoridades presentes, si los protocolos que allí se siguieron luego no se han reproducido en los establecimientos?

Gracias a la labor de estos inspectores, está quedando constancia de lo que ocurre en esta temporada de restricciones, en la que todo el mundo debería remar en la misma dirección. El hecho de celebrar fiestas en establecimientos donde solo se pueden ofrecer comidas constituye una irregularidad y un ejemplo flagrante de competencia desleal.

Esta forma de actuar egoísta, dejando al margen las implicaciones sanitarias, que es la cuestión más grave, perjudica muy especialmente a todos aquellos del sector del ocio que siguen cerrados por la pandemia. Es de imaginar la indignación y el desasosiego de los socios de este colectivo que no tienen locales exteriores para mantener su actividad, aunque sea parcialmente, frente al comportamiento de sus colegas.

Los datos que refleja la encuesta de Prou es lo que opinan los propietarios de muchos restaurantes, tiendas y negocios, que han visto cómo aumentaba su facturación este año, por la llegada de un turismo de calidad muy diferente al público que atraen las discotecas. Si los empresarios del ocio quieren el respeto de la sociedad ibicenca, tienen que ganárselo, empezando por cumplir escrupulosamente las normas.

@xescuprats

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