Diario de Ibiza

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Miguel Ángel González

Desde la marina

Miguel Ángel González

La gran duda ya tiene respuesta

Era la gran pregunta que nos hacíamos, para la que nadie tenía respuesta. Y lo que son las cosas, la maldita pandemia nos ha sacado de dudas. Ahora sabemos que hay vida más allá de las discotecas. A pesar de que han estado cerradas a cal y canto, tan pronto como el semáforo se ha puesto verde para el viajero, los turistas, en lo que quedaba de verano, han llegado en tropel. Y si no hemos podido colgar el cartel de ‘completo’ porque la situación nos ha cogido con el pie cambiado, la debacle se ha corregido en buena medida. Es evidente, por tanto, que el personal no sólo viene a bailar. Las concentraciones juveniles y los botellones confirman y nos recuerdan, es cierto, que las discotecas tienen un papel no menor para determinado turismo, pero eso no puede dejarnos en el monocultivo del ocio nocturno y la mera juerga.

Nuestra oferta no debería minimizar ni perder de vista el turismo residencial, cuantitativamente significativo. Ni tampoco el turismo rural, que ha superado la pandemia con nota. Tenemos, por otra parte, ejemplos a imitar como el de Santa Eulària, donde el pacífico turismo familiar ofrece desde hace muchísimos años buenísimos resultados. La experiencia de ocupación que finalmente hemos tenido –pandemia mediante- tendría que hacer pensar a nuestros empresarios sobre la conveniencia que tiene la isla de abrirse a otros mercados.

El West de Portmany y determinados puntos de la Platja d’en Bossa, enclaves que tienen un tremendo potencial, son zonas maltratadas, ‘puntos negros’ que urge reconducir. Me consta que la patronal hotelera no quiere quedarse en la apuesta juvenil y se propone mejorar estrategias y modelos de gestión, pero de momento es sólo un deseo. Habrá que ver en qué queda la cosa. Lo que se haga este invierno nos dirá si las intenciones se materializan el verano que viene.

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