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valentin villagrasa

Desde la Mola

Valentín Villagrasa

Ulises y la suegra

Hemos pasado el rubicón de un verano atípico donde se agolpan miles de anécdotas que no merecen comentario o convertirse en noticia. El 1 de septiembre en Formentera tiene un significado especial. Primero empieza la pesca de raor… hoy cientos de barcos, llaüts, zódiacs y algo que flote con criterio se sitúa en nuestras costas para la pesca del apreciado “lorito”. Pero además ya no es un 31 de agosto y la temporada empieza a languidecer, o eso piensan algunos. Otros cuentan con que hoy es el 32 de agosto y así hasta que pasen los agobios. Con todo nos quedan en la retina algunas imágenes características de una temporada donde se dan por superados los efectos económicos de la pandemia (pensamos que lo bueno está por llegar). Aunque coexiste el peligro de un mal volver. De esas imágenes se me ha quedado una que presencié allá por la primera quincena en la Savina. Esperaba a un amigo que venía desde Denia y vi bajar de aquel barco unos cuantos coches, cientos de pasajeros y mi memoria me retrotrajo a una España caducada. Aquella donde el TBO publicaba en su contraportada las peripecias de la familia Ulises… típica de una España de los Botejara en Crónicas de un Pueblo; de aquel Roberto Alcázar y Pedrín que escondían algo más; donde el Abuelo Cebolleta (que en paz descanse) nos contaba historias de una guerra absurda (bueno, todas las guerras tienen un fondo de absurdo) siempre escritas desde el lado de los vencedores. Menos mal que Víctor Amela con esa crónica de la ‘Quinta del Biberón’ nos ha recuperado algo de la memoria que intentaron que olvidáramos. O la de aquel García Berlanga que engañó al censor de manguitos y flexor con luz que llegó a oscurecer la libertad.

Del barco salían algunos coches cargados como aquel seiscientos de los Ulises camino de las playas (creo que Benidorm compró la exclusiva) neveras, sombrilla, tumbonas, mesas de camping (así se llamaban) y algún (si registráramos el interior) fogón de primeros auxilios para una paella de circunstancias. Solo, o quizás ni eso, faltaba la suegra en su papel de incordio de un matrimonio de boda con convite y final de pierna de cabrito al horno y música de acordeón. Desplegados por las diferentes playas a eso de las nueve, con el sol puesto vuelven por donde han venido. A la mañana siguiente, alguien con cierto pudor, camina por ese sendero con bolsa para recoger los residuos de un naufragio sin Robinson Crusoe… A las nueve Ulises con o sin suegra regresa… mañana volverá.

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