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Pilar Ruiz Costa

Una ibicenca fuera de Ibiza

Pilar Ruiz Costa

Apaga y vámonos

Cuando he escuchado en las noticias al enésimo experto explicando a un periodista que asiente sin pestañear que, uno de los consejos para reducir la factura de la luz, era vaciar el congelador y desenchufarlo, me ha parecido mucho más urgente la idea de apagar el televisor. Que quizá no suponga un ahorro en dinero, pero ni les cuento en salud mental.

No voy a aburrir al lector tratando de descifrarle costes de facturas porque lo imagino, como a todos, hasta los mismísimos de explicadores de potencia, energía y peaje; de la soplapollez de punta, llano y valle; de escupidores de culpas según si se hallan en Gobierno u oposición —pero a la fresca—, y de estos gurús de vuelva usted al abanico y al botijo, que son los mismos de vender el encanto de compartir piso con cuarenta años o, si se es listo de veras, volver a casa de los padres, que se evita uno un pico en alquiler. Ya les envío yo a todos un consejo de vuelta: si no nos hacen hervir la sangre, todo ese aire acondicionado que nos ahorramos.

Fin de los olímpicos pero aquí estamos, con la piel de toro achicharrada, a récord diario en precio de la luz. ¡Ay, energía, energía! Quién te ha visto y quién te ve ¡Lo alta que te nos has puesto desde que hace 35 años Felipe González iniciara la privatización de empresas públicas! Banca, transporte, telecomunicaciones y energía. Nada, apenas porciones sacadas a bolsa por aquello de reducir deuda pública. Tiempos de bipartidismo. Luego vino Aznar. Si uno había abierto la veda, el otro remató la faena de expolio y especulación deshaciéndose —bandera en mano—, de la Empresa Nacional de Electricidad Sociedad Anónima (Endesa), Repsol, Telefónica o Gas Natural. Es el mercado, amigo. Y qué ironía del destino que González acabara como consejero de Gas Natural y Aznar como asesor de Endesa. Pareciera que a Rajoy no le quedaba mucho por privatizar, pero ahí estaba Aena y si hay quien piensa, con su papeleta de voto en la mano que, total, ya no nos queda nada que perder, que recuerde que el último y más goloso pedazo del pastel son la educación y la sanidad.

Pero no quisiera yo que estos calores me hicieran olvidar méritos importantes. También corresponde a González que la factura de un bien básico como la electricidad se viera gravado con el Impuesto sobre el Valor Añadido que desde entonces carga y, no se puede desmerecer otro gravamen que nos convirtió en el hazmerreír internacional: el famoso impuesto al sol que propusiera el ministro de industria Soria del Ejecutivo de Rajoy. El también llamado ‘impuesto al autoconsumo’ y argumentado con que los autoconsumidores de renovables eran “insolidarios y depredadores”. Acabó siendo derogado en el archipiélago canario —tierra de Soria— a cambio de su apoyo en los Presupuestos Generales del Estado. Tiempos de bipartidismo. Sánchez se lo cargó. A pesar de que el acuerdo sobre energías renovables de la Unión Europea declaraba que el impuesto era ilegal, la historia acabó con final feliz para el exministro que fue nombrado presidente de la filial española de una empresa del sector fotovoltaico.

¡Pero no sigamos hablando de estas puertas giratorias que son ya pasado! Sánchez prometía en campaña construir «la España que puso fin a la impunidad de las élites financieras, que echó el candado a las puertas giratorias». Y aquí nos tiene, impacientes con la factura en la mano. Esperando.

En presente también promete Casado que, en futuro, cuando llegue al Gobierno, hará una ley para que los consumidores paguen solo por la energía consumida. Para abrir boca el PP —con el apoyo de Ciudadanos y Vox— presentó una proposición que reduciría la carga fiscal al oligopolio de las grandes empresas y eximiría a los contribuyentes del pago de los costes fijos de la factura de la luz, cargándolos a los Presupuestos Generales del Estado que, efectivamente, provienen de los contribuyentes. La propuesta fue rechazada. Pero también está siendo rechazada por los socios socialistas de Gobierno la exigencia de Unidas Podemos de que se cumpla la parte del Acuerdo de Coalición de intervenir el sector eléctrico, eliminar los ‘beneficios caídos del cielo’ —o el nefasto sistema de subastas marginalistas creado por Aznar, en donde los precios finales de la electricidad poco tienen que ver con los costes de su generación— y, si es necesaria, la creación de una empresa pública, que es exactamente lo que teníamos hasta antes de que nos gobernaran estos asesores de las eléctricas.

Y desde esta ola de calor, no puedo evitar preguntarme ¿qué misterio sucede en cuanto llegan al Gobierno? ¿Para quién gobiernan? ¿Será que lo que creemos que es una gestión de lo público es apenas el purgatorio donde mostrar méritos para acceder al cielo de las energéticas? Apaga y vámonos. ¿Y ahora? ¿Qué le deparará el futuro al Ejecutivo de Sánchez? Me quedaría esperando a verlo, aquí sentada, con un gin tonic, pero no tengo hielo. Por si las moscas, ya saben… he desenchufado el congelador.

@otropostdata

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