Diario de Ibiza

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José María de Loma

Supermercado

Supermercado en hora punta en zona turística. La gente hormiguea por la zona de embutidos, se pelea por los frutos secos, revisa marisco, adquiere latas, prueba encurtidos, sopesa melones. Las sandías cortadas por la mitad se exhiben tentadoras y una dependienta vocea las virtudes del pan recién hecho. Huele a crema solar, a apartamento sobrepasado de aforo, a Rodríguez. A día de playa, hambre y arena. Un grupo de chicas llena el carro de botellas y un señor muy serio le recuerda a su mujer que a él las aceitunas le gustan con anchoas.

Los estantes de Coca Cola y cerveza presentan calvas. En la caja, un cliente informa a la cajera de que va a necesitar cuatro bolsas para las 73 cervezas que lleva. La cajera le dice que son 72. Y con retranca: apúrese a coger otra, no se vaya a aguar la fiesta. El cliente no parece captar mala intención y sonríe y lanza una frase que no oigo bien. La cajera es alta y morena, de treinta y pocos. El cliente es alto y moreno, de treinta y pocos. En los últimos análisis que me hice me salió alta la sagacidad, así que intuyo: aquí hay tema. Continúan hablando y él no va a por otra lata. Sospecho que esta no es mi cola. No deja de entrar gente. Conocidos que se saludan. En lugar de buscar leche, vino y tomates me dedico a meter conversaciones en el carro. Dos señoras se citan mañana en la cafetería, dos zangolotinos tratan de convencer a su madre de que coja más yogures. Le informamos de que la caja número siete ya está abierta. Hay demasiados tipos de jamón york y para que mi indecisión no me lleve al nerviosismo, rehúyo la zona de quesos. Dos carros colisionan, un hombre dice con deje borde «a ver si puedo pasar». Hay moños y monederos en el sobaco. Apuesto a que si doy una vuelta más oigo la palabra barbacoa. Sólo queda pizza de la que lleva piña. Informan por megafonía de que hay un Golf mal aparcado. Hay un chico con pinta de alemán que sin embargo resulta ser francés. La gente que tiene pinta de alemán debe ceñirse a ser alemán, no a despistar al cronista. Anda preguntando qué son berberechos. Va con la lata en la mano por los atestados pasillos inquiriendo aquí y allá. Yo es que no sé por qué en el sistema educativo alemán, bueno, francés, no le enseñan a estas criaturas lo que es un berberecho.

Vuelvo a merodear por las colas de las cajas y observo a una señora que para amenizar la espera lee ‘Guerra y paz’. Hay gente que lee estas cosas solo para salir después en los artículos. El que va detrás en la cola permanece atento para reconvenir a la lectora cada vez que se demora en el avance: «amos, palante», ruge con repelentona voz. Ignoro dónde están los adverbios para llevar. Metáforas en la carnicería. La cola de al lado siempre va más rápido. Eso es así.

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