Diario de Ibiza

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valentin villagrasa

Desde la Mola

Valentín Villagrasa

Prepotencia insultante

El verano. Más bien las zonas de veraneo comunes a mortales de toda clase y condición. Produce situaciones de sonrojo colectivo ante actitudes prepotentes de ‘si se sabe quien’. El otro día, aquí en esta Formentera donde controlamos los coches, los paparazzis y hacemos uso (especialmente hosteleros comprometidos) de la discreción de personas anónimas y personajes de conocido prestigio o de papel cuché. No podemos controlar a quienes necesitan del famoseo y con un Iphone de segunda mano, alquiler de yate a lo ‘hágame un descuento’ y foto ‘robada’ de un selfie en cualquier playa, mandan por wasap al amigo ‘periodista’ de revista de los miércoles en el quiosco o en la peluquería para conseguir una foto minúscula en la portada. El otro día, quería contarles, vivimos un episodio de esos que se resume en ‘usted no sabe con quién está hablando’ para imponer su condición de famoso y conseguir una mesa en un restaurante donde estaba el cartel de completo y con algunas personas en cola para hacer valer su reserva.

Primero con simulador de reserva en la nube por persona interpuesta. Al no conseguir el objetivo sin descubrir quién se esconde detrás del que quiere pasar desapercibido antes de quitarse la mascarilla y mostrar el rostro al comedor y despertar el murmullo de ‘mira quién está ahí’. Pone en marcha el plan B. El famoso se hace presente en la conversación y trata por todos los medios, primero de forma amable, después con la prepotencia que le otorga eso de salir por la tele, de intimidar al señor de las reservas para que le haga un hueco por delante de los simples mortales que han hecho los deberes. Ante la negativa lógica de quien puede decidir ‘si sí o si no’ y no se deja intimidar, cambia el tono y pierde los papeles, como se dice vulgarmente, y a modo de desprecio descalifica cualquier actitud que vaya en contra de sus pretensiones. Uno, allí presente y ante la mala educación del personaje en cuestión, no sabe si realmente estaba dolido porque no había hecho la reserva a tiempo y tenía que irse con la música a otra parte, o por el contrario le había salido la furia intrínseca de quien va a quedar como un cochero, sin coche de caballos, ante unos amigos (con acompañante incluida) por no conseguir, pese al poderío que lleva implícito eso de salir en la tele, el objetivo de comer en un restaurante de postín. Ya se sabe ‘quod natura non da, Salamanca non presta’.

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