Diario de Ibiza

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Le quedan dos suspiros a la Eurocopa más extraña para la selección española, esa en la que el debate no alcanza por una vez a los jugadores sino al entrenador. Las dos Españas, que siempre terminan por salir, se apuntan hoy al amor/odio hacia un técnico que parece suponer algo parecido a la némesis para los seguidores del Real Madrid y a la divinidad para quienes adoran al Barça. Por primera vez en mucho tiempo, desde que comenzamos a ganar torneos culminando en el mundial de Sudáfrica, la selección de fútbol no une sino que separa. En el trayecto triunfal habrá logrado, es sí, un milagro: que los españoles de todo pelaje ideológico exhiban su bandera como lo hacen los de cualquier otro país, sin ver en ese gesto una especie de retorno de los tiempos dictatoriales. Pero el recorrido de la copa europea se termina esta misma semana y habrá que volver a la normalidad de siempre: al enfrentamiento entre nosotros por razones políticas que es donde estamos desde tiempos inmemoriales.

Los diarios publican cada pocas semanas encuestas de intención de voto que son, en sí mismas, anacrónicas toda vez que no hay ninguna cita con las urnas al alcance de la vista. Sirven, pues, para otra cosa: para medir cómo va el enfrentamiento de esas dos Españas que se mantienen enfrentadas contra viento y marea. El diagnóstico se mueve dentro de cauces estrechos porque, de forma casi invariable, los bloques que podríamos llamar por resumir de izquierda y derecha, aunque ya nadie sabe qué quieren decir en realidad esas etiquetas, se reparten los apoyos ciudadanos casi al 50%. Hasta hace un par de legislaturas lo que estaba en juego era contar con un Gobierno que tendiese hacia el neoliberalismo o hacia la socialdemocracia pero ese escenario ha desaparecido por completo ya. Ahora lo que anda en juego es si la España que conocíamos, la de toda la vida y buena parte de la Historia, va a continuar siendo un solo país o va a desmembrarse. Según cada encuesta, sale una cosa o la otra.

De ahí que no extrañe en absoluto la noticia (¿) de que parece que este año tampoco habrá debate parlamentario sobre el estado de la nación. Lo hubo por última vez en 2015 y el Gobierno, dicen, ha congelado la recuperación de ese acto en el Congreso que servía, como todos, para que sus señorías —los portavoces al menos— se tirasen los trastos a la cabeza sin debatir nada más.

La noticia precisa que el presidente Sánchez aguarda que lleguen tiempos más propicios, con la economía en mejor situación y la polémica por los indultos amortizada. Hace años, el momento ideal para esa cita parlamentaria habría aparecido en caso de ganar España la Eurocopa, algo no tan impensable ahora como una década y media atrás. Pero, ¡ay!, las dos Españas se nos han trasladado incluso al fútbol. La normalidad en este país se parece cada vez más a un cuadro de Goya.

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