Diario de Ibiza

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César Navarro

A cara descubierta

El sábado prescindiremos de la asfixiante mascarilla en espacios abiertos si mantenemos la distancia de seguridad. A los feos se nos acabó la fiesta pero podremos sentirnos tan libres como esos turistas que nos enseñan desafiantes sus rojizas caras maltratadas por el sol o el alcohol. Con ellos no va la pandemia. Este verano atípico va recuperando poco a poco esa sensación de agobio que nos atenazaba antes de que el virus decidiera salir de China a darse un garbeo. Ya no hay playas semivacías, imposible encontrar un hueco para que alguien tan pacato como el menda pueda practicar el nudismo o el bello arte del dolce far niente en soledad. Las noches ya se preñan de grupos de vociferantes jóvenes que salen como si no hubiera un mañana, como si salieran de un encierro de años, ávidos de socializar y de gritarle al mundo que son libres a costa del descanso ajeno (me he convertido en un viejo cascarrabias, lo sé). Y crecen como hongos las fiestas ilegales en casas (en mansiones y en recoletos pisitos) y en tantos locales. Qué injusto para los empresarios que han decidido cumplir la normativa y asisten al despiporre tirando de ahorros para sobrevivir. Aunque eso implique no acceder a las ayudas al no poder justificar deudas. No me extraña que estén al borde de la insurrección.

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