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Prats, Xescu

Don Pepe y el insomnio del alcalde

El Ayuntamiento de Sant Josep, siendo el actual alcalde concejal de Urbanismo, removió cielo y tierra hasta lograr que el Parlament balear, con los votos de socialistas y populares, aprobara en diciembre de 2017 una disposición para legalizar la situación de varios hoteles y otros edificios fuera de ordenación que se habían construido en Platja d’en Bossa, en el entorno del Parque Natural de ses Salines, en su mayoría pertenecientes al Grupo Empresas Matutes. Esta polémica maniobra, que al parecer se realizó además sin que los beneficiarios cedieran un palmo de suelo al Consistorio para infraestructuras públicas, fue calificada como ‘urbanismo a la carta’ por algunos parlamentarios.

Los josepins también llevamos años viendo cómo la costa de Cala Vedella se cubre de hormigón sin freno ni mesura, en base a unas licencias del año de la polca que el Ayuntamiento podría haber caducado con cierta iniciativa y voluntariedad. Sin embargo, cada temporada que pasa se erigen nuevos mamotretos y ahora también en los acantilados; una escalada urbanística sin orden ni concierto.

Este mismo Consistorio, al contrario que el Ayuntamiento de Sant Joan o el de Palma, que incluso ha llevado el asunto a los tribunales y lo ha ganado, permite que hoteles y chiringuitos de playa se conviertan en discotecas al aire libre, en base a una ambigua ley turística que da pie a actividades complementarias. Y a pesar de que estos negocios las han convertido en principales, lleva más de diez años permitiendo esta irregularidad sin poner una sola traba.

Otras áreas de la costa, como Platges de Comte, Cala Molí, Cala Carbó y un largo etcétera, siguen ahora mismo sembradas de grúas, con edificios y urbanizaciones proliferando como champiñones construidos por promotoras, foráneas para más inri, que hacen el agosto a costa de devaluar drásticamente el paisaje. Y hasta en el propio Parque Natural de ses Salines, cada ruina se transforma en una villa de lujo. Ahora, el ibicenco que quiera hacerse una casita en el terreno que ha heredado de su familia, ya puede ir preparando el talonario y armarse de paciencia para el vía crucis burocrático que le espera y que probablemente le conducirá a la nada.

El señor alcalde y su equipo de Gobierno deberán entender que, con todos estos precedentes, a los vecinos nos resulte incomprensible que ahora se pretenda echar a las familias del modesto edificio de apartamentos Don Pepe, que tiene sesenta años de antigüedad nada menos, ofreciéndoles una compensación que ni tan siquiera cubre el 25% de la hipoteca que tienen contratada, y que además se vean obligados a salir desfilando de allí casi sin tiempo de hacer la mudanza.

El Ayuntamiento de Sant Josep ya ha iniciado el expediente para declarar la ruina del inmueble porque, según sus técnicos, hay riesgo de colapso inminente. Los tres arquitectos que los propietarios han contratado han rubricado otro informe que señala que el edificio ni está en ruina, ni supone un peligro, ni va a derrumbarse. La situación es tan grotesca como que el edificio, con una obra de rehabilitación, podría asegurarse y los vecinos seguir en sus casas. Incluso afirman que ya tienen el dinero preparado para dicha intervención, por la que llevan años pidiendo licencia. Argumenta el Ayuntamiento que no se puede conceder la autorización porque no aparece la licencia del edificio y por tanto está fuera de ordenación. Añade el alcalde que es una decisión técnica y no política, y que él no puede hacer otra cosa. Sin embargo, la decisión de legalizar el desaguisado de Platja d’en Bossa, que era notablemente mayor, fue política y no técnica, y se encontró la manera.

El alcalde también ha declarado que este asunto es un gran drama humano y que le está quitando el sueño. Si a él le impide dormir a pierna suelta, no quiero imaginar los desvelos de las familias que van a perder su casa, quedando hipotecadas para el resto de sus vidas por una propiedad que ya no existirá. No hay duda de que encontrar una solución resulta complicado y que el asunto no es ni blanco ni negro, pero el alcalde se ganaría el respeto y la admiración de sus conciudadanos si encontrara una vía menos terrible que la adoptada hasta ahora. Busque la excepción que lo haga posible, vuelva a remover cielo y tierra, acuda al Parlament en busca de otra disposición si hace falta y a buen seguro que conciliará mejor el sueño por las noches.

Mientras escribo estas líneas, los vecinos que aún quedan en el bloque A de los apartamentos Don Pepe aguardan atrincherados la llegada de la Policía Local, que pretenderá expulsarles de sus casas. Toda la solidaridad con ellos y el deseo de que pronto puedan despertar de esta pesadilla.

@xescuprats

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