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Aracey Robustillo

De lo malo, lo peor

«En España, hay más de 3.000 niños en paradero desconocido

por secuestros parentales, según datos recogidos desde el año 2010»

Hay una historia sobre el rey Salomón que me contó mi madre siendo muy niña y a veces, por desgracia, la actualidad me la devuelve. Narra la pericia del sabio soberano de Israel para averiguar la verdad en una disputa entre dos mujeres. Las dos portaban un hijo, pero uno estaba muerto, y ambas decían ser la madre del niño vivo. El monarca propone partir en dos al bebé con una espada y darle la mitad a cada una, a lo que la verdadera madre se opone rápidamente y pide que se le entregue el menor a la otra. Es de esa forma que Salomón resuelve que es ella la progenitora, porque solo una madre o un padre están dispuestos a sacrificar su propia felicidad por el bienestar de sus hijos. Y es que pocas cosas en este mundo son más terribles y contra natura que dañar a nuestros vástagos a propósito. Sin duda es de lo malo, lo peor.

Sin embargo, en España, hay más de 3.000 niños en paradero desconocido por secuestros parentales, según el Centro Nacional de Desaparecidos, que contabiliza los casos desde el año 2010. Algunos trascienden y otros no. El de Anna y Olivia, las dos niñas presuntamente abducidas por su padre, Tomás Gimeno, a finales de abril en Tenerife, se ha vuelto viral gracias a las redes sociales. Y pone una vez más de manifiesto que vivimos en una sociedad en la que, las triquiñuelas legales y un mundo cada vez más globalizado, permiten que los adultos vulneren los derechos más básicos de sus propios hijos; y pongan sus necesidades y sus rencillas por encima del cuidado y la seguridad de sus retoños, retratándose al hacerlo como verdaderos monstruos.

Porque en ciertas acciones lo que se debería analizar y calibrar son los motivos que mueven al autor a realizarlas. Los niños no deberían ser nunca moneda de cambio ni arma arrojadiza. La ley y sus padres deberían preservar su felicidad por encima de todo lo demás y en un juicio, debería aplicarse el sentido común, para determinar qué actuaciones estaban encaminadas a protegerlos y en cuáles no son más que ‘herramientas’ para torturar y dañar a una expareja. La madre de las dos niñas tinerfeñas, Beatriz Zimmerman, aseguraba en una entrevista no temer por la vida de sus hijas,y subrayaba que el padre solo se las ha llevado para fastidiarle. No para darles una vida mejor, no porque les echara de menos, o porque corrieran ningún peligro al cuidado de Beatriz. En la última conversación telefónica antes de desaparecer,Tomás le advertía de que nunca las volvería a ver. De manera que hasta que se demuestre lo contrario, el móvil del presunto secuestrador parece no ser otro que el de dañar a su ex, que en la actualidad ha rehecho su vida.

Claro está que no se puede meter todo en el mismo saco, hay tantas historias como casos y cada una es diferente. Hay madres y padres que ‘retienen’ o se llevan a sus hijos en contra de lo que dicta la ley para protegerlos del maltrato machista o de situaciones o países, que por su religión o su cultura dañan, o podrían dañar, su integridad y su futuro. Hace poco hemos conocido la historia de una «mamá castigada»: Sara, que perdió la custodia de sus dos hijas y está acusada de secuestrarlas, por impedir que su ex pareja, que ni siquiera había reconocido legalmente a una de las criaturas, las visitase. Ella, víctima del maltrato machista, que en primera instancia denunció su propio médico, quería alejar a las pequeñas de su agresor y por ello podría acabar ella misma en la cárcel.

También hay otras madres que utilizan el paraguas de la violencia de género para poner falsas denuncias y estar así amparadas por la ley a la hora de alejar a sus hijos de sus padres, con el daño que eso causa a los menores y a las verdaderas víctimas. Y por eso hay quien estima injusto que solo se considere delito cuando el progenitor que sustrae es el que tiene el régimen de visitas. Los casos y sus pormenores hacen tan únicas las circunstancias que como el rey Salomón, la justicia debería hilar bien fino e identificar las verdaderas razones por los que un padre o una madre toma la decisión de llevarse a sus hijos o de renunciar a ellos. Porque hay muchos y muchas Rocíos Carrasco. Aunque por desgracia, también hay miles de Antonios David Flores.

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