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valentin villagrasa

Desde la Mola

Valentín Villagrasa

Las serpientes son para el verano

Jaime Chavarri secuenció para el cine la obra de Fernando Fernán Gómez ‘Las bicicletas son para el verano’ ambientada en la Guerra Civil española. Nuestras serpientes de hoy en día en la Mola están lejos de representar aquellas escenas de frustración adolescente o de la posterior hambruna. Pero empiezan a formar parte de una cotidianeidad a la que nos estamos acostumbrando. Sí que es verdad que no te las encuentras a cada paso que das por la margen derecha o izquierda de la carretera (siempre según se mire al faro). Pero sabemos que están ahí y lo que es peor que llegaron, se establecieron y quieren quedarse en este hábitat donde no tienen depredadores y se encuentra cómodas con los alimentos que les son propicios. Su único, pero eficaz depredador, es nuestro exterminador de ofidios, que cada día trata de adelantarse a sus costumbres o a sus focos de alimentos para darles caza hasta regresar a aquellos tiempos donde no existían en la isla. Ni siquiera forman parte del paisaje, porque están tan escondidas que cuando te encuentras alguna tratas de hacerle una foto para demostrar su presencia. Algunas, como las cobras en Marrakesh, forman parte de un atractivo turístico porque, conociendo su peligro, nos atrae el riesgo de los demás. Otras con coloridos diversos y con mucha peligrosidad son artistas invitadas en los documentales de la 2. Algunas protagonizaron películas catastróficas que se pusieron de moda tras ‘Tiburón’ de Spilberg. Las nuestras no tienen ese atractivo. Son anodinas, descoloridas, insulsas en su expresión. No dan miedo, si acaso algún que otro susto si vas caminando y de repente la ves huyendo. Además, despiertan ese desprecio por quien ataca a nuestras simpáticas sargantanas, que si forman parte de nuestro paisaje. Dicen las malas lenguas que llegaron en unos olivos de Jaén. Nunca se supo en cuáles, aunque algunos maldicientes rumorean bulos sobre estos o aquellos. No se sabe si vinieron vivas y con todas sus facultades en pleno ejercicio o llegaron en huevos y rompieron el cascarón aquí en la Mola, sea en un margen u otro. ¿Por qué no? Pudieron llegar en alguna jaula de ofidios escondida de forma furtiva por alguien aficionado a los reptiles y que tenía cierta frustración por no poder disfrutar de ellos. Se habla de las mascotas abandonadas por sus dueños y que luego se convierten en guiones de cine en las alcantarillas de Nueva York. No hemos llegado a eso, y esperemos que el exterminador no nos deje cruzar ese umbral.

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