Diario de Ibiza

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Carmen Pi

Para empezar

Carmen Pi

Con los ojos de un niño

Adoro nadar. Hace algunas semanas que he vuelto a la rutina de piscina municipal; bañador, gafas y gorro y, cómo no, la sempre eterna mascarilla. El agua, la sensación de flotar y el ejercicio físico me ayudan a dejar mi cerebro ciclónico e hiperactivo en el bordillo de la ‘pileta’. Aquí no entra, aquí estoy sola. Sin embargo, las cinco de la tarde no es una buena hora para sumergirte en tus abismos ya que el club de natación infantil nada a sus anchas por todos los carriles, a excepción de uno. En él, tres despistados adultos íbamos y veníamos de una punta a otra sorteando brazos, piernas y paciencia. Hasta que le vi. Llevaba un bañador azul y sonreía bajo el agua. Rondaba los 11 años. Al contrario que sus compañeros, comenzaba cada largo buceando hasta el fondo de la piscina con la agilidad de un anfibio. Se le veía feliz, tranquilo; y mientras el resto de niños probaba a nadar a braza o a crol en la superficie, él disfrutaba deslizándose a ras de suelo. Parecía volar. Su imagen me cautivó por unos instantes y no pude hacer otra cosa. Le imité. Me zambullí de un respingo y desde allí observé mi mundo con los ojos de un niño. Qué lejos estaba. Con cada brazada la carga del día a día se fue haciendo más y más ligera... Hasta que, por fin, abandonó la piscina. 

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