Joan Bonet Majó. Director de Estrategia de Mercados de Banca March

Como en un festín de néctar y ambrosías, sólo apto para los dioses del Olimpo, el ramillete de estímulos continúa. Con menos de cien días en el cargo, Biden, que atesora un poder cercano a lo divino debido a su control de las cámaras parlamentarias, continúa desplegando fondos públicos. Acaba de presentar el American Jobs Plan que, a pesar del nombre, es un plan de infraestructuras a 8 años por valor del 12% del PIB.

Se trata de la segunda parte del Build Back Better (compuesto por 3 fases) que, iniciado con el rescate fiscal de 1,9 billones de marzo, se completará, en las próximas semanas, con el American Families Plan. Un nuevo cañonazo de energía para su economía, que ya suma estímulos gubernamentales del 25% sobre el PIB.   

Son noticias positivas que ayudarán a que EE.UU. lidere este año la recuperación económica y a que las bolsas continúen escalando posiciones, lideradas por los cíclicos. Pero estas nuevas billonarias decisiones, cuando se tiene el mayor déficit público del mundo —un 15% del PIB—, ¿no comprometen el futuro margen de maniobra de Estados Unidos?

¿Recuerdan el mito de Tántalo? Hijo de Zeus, sacrificó a su propio vástago, Pélope, y se lo dio de comer a los dioses ante la escasez de comida en un banquete que les había organizado para agasajarlos. Descubierto su atroz acto, fue condenado a permanecer eternamente dentro de un río, con el agua a la altura de la barbilla, bajo un frutal del que jamás pudo beber ni comer, por más hambre o sed que tuviera.

Plantear una fuerte redistribución, cuando las cuentas públicas difícilmente lo soportarán, supone un gran riesgo

De todos los proyectos planteados por Biden, este es el que realmente hará una América grande y sus inversiones mejorarán la productividad. El 36% que se destinará a infraestructuras, tras 10 años de infrainversión pública, ayudará a completar una carencia de inversión de 1,3 billones de dólares en transporte, elevando la demanda agregada con rapidez. También, el 14% destinado a la digitalización y 5G, así como el 27% para potenciar el vehículo eléctrico y la transición energética.

En cualquier caso y, cuando todavía no se ha detallado el American Families Plan, que suena mucho menos prometedor y sobre el que asoma la sombra de más redistribución fiscal, será necesario aumentar impuestos durante 15 años, como el de sociedades, que subirá del 21% al 28%.

En el mito, el remedio de Tántalo ante la escasez de alimento fue peor que si nunca hubiera organizado un festín, por más que, al final, los dioses le devolvieran la vida a su hijo.

Las infraestructuras, como modelo para mejorar la estructura productiva y revitalizar la economía, suponen un duro esfuerzo que pronto dará sus frutos, pero plantear una fuerte redistribución, cuando las cuentas públicas difícilmente lo soportarán, supone un gran riesgo. Esperemos que para el próximo Plan, Biden lo tenga en cuenta. Si no, ya saben: impuesto mínimo global para que las corporaciones tengan menos incentivos a abandonar EE.UU. y luego viene lo del río y el frutal.