El gobierno griego ha dado preferencia en la vacunación a 60 de sus islas, cuyos habitantes estarán inmunizados este mes. Grecia vive del turismo, como nosotros, y tiene claro que la publicidad que conseguirá gracias a esa iniciativa es impagable: convierte así ese archipiélago en un apetecible destino covid-free para los turistas, que nos mirarán como apestados cuando, al buscar dónde pasar las vacaciones, echen un vistazo a nuestras ridículas tasas de vacunación. Los helenos han dejado en evidencia a nuestro Gobierno y al Govern, que en aras de una supuesta solidaridad territorial han rechazado desviar más vacunas para que alcanzáramos la inmunidad de rebaño antes que nuestros competidores turísticos del Mediterráneo. Esgrimir que han obrado así porque prima el naíf reparto equitativo por comunidades es incompatible con el más elemental rigor económico y con la justicia y equidad. Vivimos aislados, somos ultradependientes del turismo. Que la temporada no comience en mayo y que lo haga a medio gas tendrá consecuencias catastróficas para miles de parados y sus familias. Y para las empresas. Mientras, hay que oír a la presidenta balear ocurrencias como la de alargar la temporada hasta Navidad. Hasta en Canarias la han calificado de absurda.
