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El alcalde, tocado por la vieja política

Marcos Serra ha perdido la gran oportunidad de demostrar que traía aire nuevo a un partido lastrado por la corrupción y por esos episodios que hacen a los ciudadanos echar pestes de la política y los políticos. Serra llegó casi sin querer a la alcaldía de Sant Antoni, al frente de un PP noqueado después del primer mandato de la democracia con un gobierno del PSOE y aliados. La integridad, la honradez, la dedicación al servicio público, el no todo vale eran su bandera. Pero estas hermosas palabras se las ha llevado el viento, barridas por la torpeza mayúscula de defender y mantener en su cargo a un concejal, el de Hacienda, que se hizo una casa ilegal a partir de un almacén y, no contento con eso, se construyó una piscina, también ilegal, cuando era concejal de la oposición. La reacción de Serra se debería estudiar como el ejemplo de lo que no hay que hacer ante una grave crisis. Sostenella y no enmendalla es la peor opción: vas directo al precipicio. Serra no aceptó la dimisión del edil, Xico Cardona, en un primer momento, e hizo unas declaraciones que le han dejado muy tocado: «Me sabría mal que por una infracción urbanística de una piscina que cometió antes de gobernar tuviera que prescindir de él, ahora no lo contemplo». Y restó importancia a la ilegalidad. El silencio cómplice del PP, el de toda la vida, no sorprende, ni su táctica del «pues anda que tú». Pero lo que es increíble es que encima alardee de «ejemplaridad».

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