Buena parte del debate público y de la gestión de la pandemia durante los días laborales de la Semana Santa ha girado en torno al endurecimiento de las medidas dictadas por el Gobierno y que imponen el uso de la mascarilla cuanto se está al aire libre, incluida la playa. Al final, el Govern ha hallado un particular resquicio legal para que en Balears se pueda prescindir de esta protección en la playa, cuando se esté entre convivientes y haya distancia de seguridad respecto a otras personas.

Tal excepción se presenta como un logro, un alivio porque coincide con una clara tendencia a la baja del número de contagios, pero al mismo tiempo se convierte en un elemento de confusión, un mensaje contradictorio porque llega a la ciudadanía en el mismo momento en que vuelven a cerrarse los espacios interiores de los bares y se incide en la necesidad de limitar al máximo los contactos familiares durante la Semana Santa. La experiencia aconseja precaución y cautela. Una de las grandes incógnitas que flotan en el ambiente es la de saber cómo evolucionará la pandemia tras estos días de fiesta. Lo ocurrido en periodos anteriores semejantes no invita al optimismo en este sentido, sobre todo a la vista del retraso que acumula la vacunación.

Esta es la cuestión clave. Nos hemos enredado con la mascarilla como si con ella pudiéramos taparlo y evitarlo todo, cuando lo verdaderamente importante y fundamental es el avance de una inmunización que sigue topando con demasiados obstáculos.

Hoy sabemos ya con claridad y de forma contrastada que las vacunas minimizan no solo los contagios del covid, sino también sus efectos. Balears ha entrado en el callejón de la contradicción en este aspecto porque, si de una parte es la comunidad española que ha vacunado a mayor porcentaje de habitantes, por otra parte también es la demarcación territorial que cuenta con menor número de inmunizados.

Ante ello, la conclusión es clara y desalentadora. Sigue fallando de forma estrepitosa el suministro de vacunas. Falla en Europa, falla en España y, tristemente, también en Balears. Hemos quedado muy lejos de cumplir los objetivos de vacunación que las autoridades sanitarias se habían marcado para el mes de marzo y, tal como están las cosas, cabe mantener el escepticismo de cara a un verano que, eso sí, se vislumbra crucial en todos los aspectos.

A medida que han ido avanzando los meses de pandemia transcurridos se ha ido insistiendo, desde amplios sectores, en que domesticar el covid no es solo una trascendental cuestión de salud, sino también de recuperación económica. Desde esta convicción y atendiendo a los intereses específicos de Balears, hay que resaltar por igual que la seguridad sanitaria no es solo un elemento de competitividad en salud, lo es también en cuanto a competencia y capacidad turística.

Todavía permanecemos muy lejos de la inmunidad de grupo, por lo que el horizonte permanece oscuro. Se ha anunciado para los próximos días la llegada a España de un millón de dosis de AstraZeneca, de las que una parte considerable debe servir para acelerar el ritmo de vacunación en Balears. Abril se determina como mes clave, tanto para la inmunización en las islas como en los mercados emisores de un turismo que es fundamental para la reactivación económica.

DIARIO DE IBIZA