«Es un error solo mío». «He perdido perdón por contribuir a la incertidumbre en la pandemia». «Un error debe llamarse error y, sobre todo, debe corregirse». Son palabras de la presidenta... de Alemania. Angela Merkel metió la pata al anunciar un confinamiento estricto durante cinco días en Semana Santa y luego se desdijo. Es triste que sea noticia que una política reconozca una equivocación y pida disculpas públicas a los ciudadanos. Por estos lares, la clase política nos tiene acostumbrados a lo contrario. Tenemos un ejemplo reciente en la comida que nunca debió celebrarse en el salón de plenos de Vila. La presidenta balear esgrimió peregrinas justificaciones («tendré que comer en algún momento», llegó a decir Armengol), y el alcalde de Ibiza Rafa Ruiz hizo lo propio. Eso sí, una semana después por lo menos ya ha averiguado a quién le toca pagar el catering. ¿Adivinan? ¡Bingo! Esta ronda la pagan los vileros. Al ruedo de las autojustificaciones se ha lanzado ahora una espontánea que ni pincha ni corta en el asunto. La concejala Dessiré Ruiz ha encontrado a los culpables y no están en las filas del PSOE: son los «panfletos informativos» como el que acoge esta columna, supongo. La casposa táctica de matar al mensajero para eludir responsabilidades. ¡Vente para Ibiza, Merkel!
