En la ciudad amurallada, con una población que no ha parado de descender en muchos años, resulta a menudo más fácil encontrarse con un gato que con un ser humano. Explorando sus tranquilos callejones, asomando por los patios o bostezando perezosamente al sol, como en la imagen, los gatos forman parte cotidiana del paisaje de Dalt Vila.
El álbum