Diario de Ibiza

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Luis M. Alonso

El debate estéril

Es tanta la confusión mental y ambiental, el ruido y la propaganda, que por razones de higiene urge saber distinguir entre la reivindicación de los legítimos derechos de las mujeres y el circo montado por Irene Montero, que tiene como principal objetivo reivindicarse a sí misma. En la actualidad no existe un solo espacio de la vida política que no se preste al enfrentamiento y todo ello sucede por la particularísima necesidad de ocupar el primer plano de eso que llaman relato.

La política ya no se rige por los hechos o las soluciones a los verdaderos problemas de los ciudadanos, sino por la insistencia en contarla de forma que interese o le parezca verosímil a los que la convierten en un escenario de confrontación ideológica e identitaria que echa humo. El Ministerio de Igualdad se encuentra en primera línea de ese caos ensordecedor; las redes sociales, como he leído días atrás de Beigbeder, “dan la palabra a muchos analfabetos”, a la vez que arrastran a los periódicos escritos que practican el doble juego de criticar este tipo de ruido y dejarse llevar por él.

Esta sintomatología del liderazgo de las emociones y de los sentimientos ofuscados e irresponsables, del que emergen los peores instintos, coincide, y esa es la gran tragedia, con un momento extremadamente delicado en el que la sociedad se enfrenta desmoralizada y empobrecida, tras un año de pandemia, a un presente terrible y a un futuro incierto. No sabemos qué va a ocurrir con nuestras vidas, el covid suma a diario contagios y muertes, y entre tristes expectativas del virus ya hay quienes pronostican que no va a desaparecer con la vacuna y que se quedará como una enfermedad estacional. Cuando ya estamos convencidos, además, por la fuerza de los hechos y de sus repercusiones sociales, de que no se trata de una gripe cualquiera. Y, en medio de toda esta zozobra, el ministerio de Igualdad propone la ley Trans, para que el debate estéril se eternice.

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