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Juan José Millás

El combustible del éxito

Conocí a un escritor que comenzaba su participación en las mesas redondas manifestando que nunca participaba en mesas redondas. Cuando presentaba un libro, aseguraba que jamás presentaba libros, y recibía los premios proclamando que no aceptaba premios. Entró asimismo en la Academia con un discurso en el que exponía su repugnancia por las costumbres académicas. Al morir, alguien le dedicó una necrológica en la que se aseguraba que continuaba vivo.

«Resulta más fácil practicar la coherencia que la incoherencia. La incoherencia exige una revisión continua de tus actos»

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Tal es el secreto de la existencia: actuar de forma opuesta a lo que se asevera, lo que parece sencillo, pero no. Pese a lo que la gente piensa, resulta más fácil practicar la coherencia que la incoherencia. La incoherencia exige una revisión continua de tus actos. Si, para quedar bien, acabas de manifestar en la tele que eres vegetariano, debes correr a comerte un chuletón de Ávila. ¿Por qué? Porque la tentación normal, después de tal declaración, es la de abrazar de verdad las verduras. Los libros de autoayuda aconsejan que te mires cada día en el espejo para repetir cien veces que eres guapo. Por lo visto, al cabo del mes te vuelves guapo, aunque sigas siendo feo. La lógica de la continuidad es muy poderosa, por eso hay que romper la continuidad (y la lógica). La Iglesia ha estado condenando el sexo durante toda su existencia mientras lo practicaba de las formas más brutales que quepa imaginar. ¿Le ha resultado fácil? No, pero gracias a ese esfuerzo de hacer con el cuerpo lo que se persigue con la palabra, lleva reinando más de veinte siglos. Si quieres hacerte rico, censura la riqueza. Si buscas la fama, reniega de ella. Si deseas dormir, fíngete insomne. Si quieres parecer normal, pórtate como un raro.

Estoy en medio de la calle, dándole vueltas a esta idea, cuando un tipo, desde un coche, me grita: “¡Gilipollas!”. Me vuelvo con la idea de mandarle a la mierda, pero rectifico y le doy las gracias con mi mejor sonrisa. El tipo me mira sorprendido, cierra la ventanilla y arranca. Creo que le he dado miedo. Para dar miedo de verdad tienes que sonreír. Tal es el secreto de los payasos. El de los políticos, con frecuencia, consiste en olvidar, alcanzado el poder, las promesas de la campaña electoral. El combustible del éxito es el fracaso (el fracaso de los otros, se entiende).

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