Diario de Ibiza

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Martorell

Cuando muera ¿Iré al Purgatorio, al Infierno o al Cielo?

Eso me preguntaba yo de niño, con mucho miedo, porque pertenezco a la última generación que fue atemorizada y manipulada por la Iglesia con esas fantasías.

Dile a uno de esos niños, que se pasan todo el día agarrados al móvil y al ordenador, que en el centro de la tierra hay un siniestro lugar llamado Infierno, donde queman eternamente a los que mueren en pecado mortal. El niño se lo preguntará a Google o a Instagram, y le informarán de que Infierno es una discoteca en Valencia. Y se morirá de la risa cuando le hables de demonios de color rojo, con cuernos y patas de cabra, que queman en el fuego eterno a los pecadores.

Dile a ese niño, de la generación Internet, que tiene iphoncia en vez de infancia, que, de haber muerto sin bautizar, iría a parar a un aburrido lugar llamado Limbo. Y que, si muriese en pecado venial, o sin confesión, iría a otro lugar llamado Purgatorio. Una especie de Infierno del que el pecador acaba saliendo y se le permite entrar en el Cielo, una Sala Súper Vip llena de bienaventurados, que flota en las misteriosas alturas de una galaxia celestial, de la que San Pedro tiene la llave.

A mí, y a todos los niños de mi generación, nos mortificaron y engañaron con esos cuentos de película de ciencia ficción, con coloridos dibujos en los catecismos que nos daban en los colegios.

Llevo años queriendo saber quién o quiénes fueron los genios creativos, dignos de un Premio Nobel, que se inventaron y diseñaron a personajes como Lucifer, o los Ángeles y los Arcángeles. Esos rubios y asexuados adolescentes, con alas de blancas plumas, blandiendo espadas de fuego, que revolotean alrededor de una consistente nube, donde está sentado un anciano con barba blanca, parecido a Papá Noel, vestido con una túnica azul y con un triángulo, que flota sobre su cabeza, con un ojo en el centro que controla todo lo que pasa en el mundo. Pero nadie ha sabido contestar a mis preguntas.

¿Qué diría Jesús de Nazaret, de todos esos increíbles inventos, si levantase la cabeza?

Escritores como Julio Verne, Edgar Allan Poe, Aldous Huxley, o directores de cine de ciencia ficción como Ridley Scott, Steven Spielberg y Stanley Kubrick, no le llegan a la suela del zapato a los inventores de esos fantásticos personajes bíblicos y de sus espectaculares atuendos.

Cuando yo muera no iré a parar al Purgatorio, ni al Cielo, ni al Infierno porque esos míticos lugares jamás existieron.

He dejado escrito, en mi testamento, que quiero ser incinerado, porque me gusta mucho la frase latina: ‘Pulvis eris et in pulvis reverteris’. Polvo eres y en polvo te convertirás. Y quiero que mis cenizas se esparzan sobre las arenas de alguna playa de Ibiza, que ha sido y es mi verdadero Cielo.

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