He visto médicos y enfermeras llorando más allá de Orión. Son sólo sanitarios y dios únicamente existe para quienes firman decretos. Nonagenarias encerradas en su propio Sunset Boulevard, sin abrazos ni besos ni nadie con quien compartir su soledad. No queda ningún lugar sobre los arcoíris del «todo irá bien» donde los cielos sean azules y los sueños se conviertan en realidad. Nuestro día a día se ha reducido a «Mi caaasa... Teléfono». Que la fuerza nos acompañe porque la vida es una caja de bombas, nunca sabes cuándo va a explotar. Todas las jornadas, no en ocasiones, vemos muertos y el universo nos desmiente con una bofetada lo de poner a dios por testigo de que nunca más volveríamos a pasar hambre. Da igual que sepas silbar, que juntes tus labios y soples, no puedo cruzar océanos para encontrarte. Hasta el «sayonara, covid», siempre nos quedará París. De todos los planetas del universo, el virus tuvo que escoger el nuestro, éste en el que algunos poderosos sucumben a ofertas que no podían rechazar. Les encanta el olor a vacuna por la mañana... ¡Su tesooooro! Elemental, queridos ciudadanos, nadie es perfecto y gobernar es no tener que decir nunca lo siento. Si no les gustan sus principios, me temo que no tienen otros.
@Martatorresmol
